noviembre 13, 2006

Punto final

Que suerte tienes cochino
en el final del camino
te esperó la sombra fresca
de una piel dulce de veinte años
donde olvidar los desengaños
de diez lustros de amor
tío Alberto.

Joan Manuel Serrat


Tenía que matarla, no era posible que soportara más tiempo esa situación. Cómo podía esa malagradecida mujer hacerle eso; Alex era todo un hombre, el prototipo del perfecto seductor, podía tener a la mujer que él deseara, pero se había fijado en ella, le había dedicado muchos años de su vida, y ahora recibía tan ingrato pago. Sí, tenía que matarla, y también tenía que matarse él. No podía evitarlo, la amaba demencialmente a pesar de su infidelidad. Matándola la alejaría de ese sujeto que había interferido en sus vidas, y matándose él se aseguraba que estarían juntos por toda la eternidad.

Sin lugar a dudas, Matías Trébol era el escritor más leído del país; sin embargo, eso no lo enorgullecía, ya que su popularidad no se debía a las grandes obras que él soñaba escribir, sino todo lo contrario: Matías era el autor de los relatos melodramáticos que se publicaban por entregas semanales en el suplemento femenino de un diario de circulación nacional. Ya iba a cumplir su tercer año en ese medio, tiempo en el cual había llegado a publicar más de cincuenta historias, mismas que lo fueron catapultando, poco a poco, desde su primera publicación, al primer lugar en el gusto de las lectoras, quienes esperaban con ansias la edición sabatina para ir completando la narración fragmentada que él les ofrecía. Era todo un éxito y eso aumentaba las ventas del diario, por lo que le pagaban relativamente bien, enviando religiosamente el dinero en efectivo, cumpliendo una rara exigencia suya, a una casilla de correo que él había alquilado con un nombre ficticio.

Su primera publicación fue, en cierta forma, producto del tedio. Un fin de semana, mientras hojeaba con desgano el diario, leyó la convocatoria para un concurso de cuento romántico auspiciado por la dirección del suplemento femenino. El premio consistía simplemente en la publicación del texto ganador y un diploma de reconocimiento. Siempre había tenido afición por la escritura, pero por falta de tiempo jamás había podido sentarse con tranquilidad para escribir algo que más o menos cumpliera con sus expectativas, las cuales no eran pocas, pues siempre había pensado que el día en que efectivamente se decidiera a escribir algo, sería una novela épica, de unas tres mil páginas, con características joyceanas e innovaciones que él mismo se encargaría de crear. Sin embargo, dado el aburrimiento en el cual se hallaba hundido –ya que una terrible huelga general había paralizado el país, sumiéndolo en sangrientos conflictos sociales, por lo que era un riesgo salir a la calle– decidió escribir una historia cualquiera, casi plagiando el argumento predecible de los culebrones televisivos, sólo con el fin de entretenerse en algo, pues la huelga había cumplido seis días y amenazaba con extenderse otros tantos.

Fue una buena distracción, pues no sólo escribió un relato, sino varios, y a la hora de mandar uno al concurso, tuvo que dejar la elección a la bicéfala sabiduría de una moneda. La moneda lo ayudó con eso, pero no pudo ayudarlo a la hora de escoger un pseudónimo con el que pudiera ocultar su verdadera identidad, pues, en el supuesto caso de ganar, le resultaría bastante vergonzoso que la gente supiera que él había escrito semejante cursilería. Pensó bastante, consultó enciclopedias, santorales, listas de personajes célebres y, al cabo de un par de días, quién sabe porqué motivos, se decidió por “Matías Trébol”, nombre con el que firmó la autoría del relato concursante. Al cabo de un mes, con cierto orgullo y bastante asombro, se enteró de que su relato, “Totoral de pasiones”, la historia de amor entre un hacendado altiplánico y una indígena, había sido designado ganador del concurso. Vía e-mail, lo contactaron –pues era la única referencia que había consignado junto al relato concursante– para indicarle el día en que podía recoger su diploma y hacer las correcciones a su texto para proceder a la publicación. Él, por el mismo conducto, les respondió que “Matías Trébol” no era su verdadero nombre, prefiriendo mantenerse en el anonimato que ese alias le otorgaba, y si había algún problema con tal situación, él no tenía ningún problema en rechazar el premio. Los organizadores analizaron la respuesta de Matías y consideraron que no era necesaria la presencia física del premiado, por lo que aceptaron la extravagancia del escritor.

Sin embargo, y contra cualquier pronóstico, llegaron muchas cartas a la redacción del diario solicitando que se publicaran “más historias maravillosas del señor Trébol”. El director volvió a contactarse con el escritor, diciéndole que “ante la buena acogida que ha tenido su extraordinario cuento, le propongo se una a nuestro equipo y se encargue de escribir más relatos que serán publicados por entregas”. No se puede decir que su ego no se elevó ante tal propuesta, pero no podía alejar de sí la vergüenza que sentía por escribir tales cosas. De todas formas, pensó bien el asunto y terminó aceptando, con la inflexible condición de que nunca se le pidiese revelar su verdadera identidad.

Sí, la amaba. La amaba profundamente y se había encargado de demostrárselo durante muchos años. Mas ella, mujer infame, insensible ser que desprecia el verdadero amor, había preferido entregarse a los brazos de una pasión pasajera. Alex no podía tolerarlo, no debía tolerarlo. Él era el hombre ideal, el príncipe azul con que todas las mujeres sueñan: inteligente, soñador, sensible, fuerte y apuesto. ¡Cuán duro suele ser el destino con los seres que deberían merecer la felicidad eterna! Lo que él iba a cometer no podía ser calificado con las burdas nociones de una sociedad legalista; no, él no iba a cometer un crimen, iba a hacer justicia. Y más aún, Alex iba a sacrificar su vida también, con la única esperanza de poder unir su alma a la de ella sin las interferencias que presenta el maligno en esta vida terrenal. Alex no sería un criminal, sería un héroe, un paladín del amor.

Matías Trébol era el encargado de la sección de archivos en una repartición pública, puesto que desempeñaba con total eficiencia, probablemente porque no tenía nada más en que distraerse. Sus frustraciones particulares habían arrastrado su personalidad hasta una posición colindante con el autismo. Sin embargo, aún tenía un cable a tierra: Lucía. La había conocido una tarde, cuando regresaba a su casa, en el ascensor de la oficina. Probablemente se habían cruzado en muchas oportunidades, pues ella ya trabaja allí dos años; mas él, que nunca se fijaba en los demás, seguro nunca había notado su presencia. Pero esa tarde fue distinto. Entró al ascensor y la miró leyendo uno de los relatos que ya publicaba con bastante éxito en el diario; Lucía, de tan atenta que estaba a la lectura, ni siquiera notó que tenía compañía. Ya en la calle, mientras ella caminaba lentamente sin despegar los ojos del periódico, Matías la abordó preguntándole “¿te gustan esas historias?”. Lucía lo miró sorprendida, y si no se alejó asustada fue porque conocía al sujeto, ya que lo había visto varias veces en la oficina.
–Sí, me encantan. ¿Algún problema?
–No, para nada. Yo creo que el señor Trébol escribe muy bien. Es más, yo he leído todos sus relatos.
–¿En serio?
–Sí, son historias muy tiernas.

Lucía no podía creerlo, era el primer hombre que admitía leer las historias de Matías Trébol, y no sólo eso, sino que además le gustaban. Descubrir un alma sensible, en un hombre que aparentaba una frialdad infrahumana, la alegró inmensamente. Siempre había sido una romántica empedernida, capaz de llorar ante cualquier sensiblería, y pocas veces tuvo la oportunidad de conocer hombres que compartieran ese rasgo de su carácter, pues generalmente la buscaban sólo por su voluptuosa figura. La simpatía fue mutua y comenzaron a frecuentarse fuera de las horas de oficina.

Matías, que siempre había sido callado, si no era de las historias que escribía, casi no pronunciaba palabra, cosa que a Lucía le parecía maravilloso, pues consideraba que su amigo era un ser con la capacidad de escuchar a los demás, cualidad que ella no había encontrado en nadie. Él se convirtió en su diario personal, su registro privado de sueños, alegrías, tristezas, aspiraciones. Y tan fuerte se hizo su relación, que ella, a pesar de lo codiciada que era, dejó de salir con otros hombres, pues la amistad inocente y sincera que entre ellos se formó, le había hecho concebir la esperanza de poder encontrar algún día un amor igual de honesto y puro, sin que mediasen las pretensiones sexuales a las que, hasta ese entonces, había estado acostumbrada.

Por su parte, Matías había descubierto con ella cosas que jamás había soñado. De su mundo interior, tan lleno de frustraciones, desterró la novela joyceana para llenarlo con la vitalidad de Lucía; y se distraía todas las noches –excepto las de jueves, porque era cuando escribía, de un solo tirón, el fragmento de la historia que se debía publicar los sábados– hilvanando mil fantasías en torno a la relación que tenía con ella, imaginándose a ambos en la iglesia, tomados del brazo, con la cabeza blanqueando de arroces; o también, en una casita pequeña, rodeados de niños, todos tan hermosos como la madre, disfrutando de una velada familiar; y generalmente, sea cual fuese la fantasía de turno, terminaba masturbándose, restregándose en todo el cuerpo el líquido blanco que durante tantos años había acumulado, imaginando que era la humedad de Lucía.

Dos años pasaron así, entre las fantasías jamás declaradas de Matías y la continencia de Lucía en espera del verdadero amor. Amor que le llegó de repente y sin previo aviso, como suele ocurrir, un día que Matías no pudo ir al trabajo porque estaba enfermo. Sin la compañía del huraño contrahecho, un muchacho, que ya llevaba varios meses enamorado de ella, por fin tuvo la oportunidad de acercársele, y Lucía, la oportunidad de conocer, tal como lo diría Trébol, “el candor espiritual de una pasión ilimitada”.

Con incontenible alegría, Lucía le comunicó a su mejor amigo, su confidente, la buena nueva. Matías quedó perplejo. Sus palabras eran como martillazos que lo hundían en el pozo negro del cual una vez ella lo había rescatado. ¿Qué podía hacer?, ¿cómo podía lograr que ella lo mirase con otros ojos?, ¿cómo podía dejar de ser el amigo inocente y convertirse en el esposo, el novio, el amante que en tantas fantasías había sido? Talvez si le revelaba su secreto, quizá si le contaba que él era Matías Trébol, el autor de las historias que le habían enseñado la forma de amar, ella se daría cuenta de que estaba enamorada de él y las fantasías dejarían de serlo. No era suficiente. El mundo entero tenía que saber quién era él para que su amor fuera legitimado, para que su historia fuera el ejemplo del amor que en su intensidad no vacila ante nada. Durante las dos siguientes semanas prácticamente no se vieron. Lucía se dedicó al amor, y él se entregó frenéticamente a la escritura.

Alex no estaba nervioso, tenía la firme resolución del verdadero amante en la mirada. Alejando todo rencor de su alma, pues sólo el inmenso amor que sentía lo motivaba, preparó el veneno que bebería con su amada, el último brindis terrenal, para poder disfrutar en el cielo la pasión que el mundo les negaba. “No, está muy ambiguo”, pensó Matías. El final tenía que ser más directo, más impactante. No se necesitaban frasecillas cargadas de retórica barata para enaltecer el acto de Alex. Era un acto poético que se sustentaba por el propio impulso que lo originaba. Sacó la hoja de la máquina de escribir y, estrujándola, la lanzó contra la pared. Hizo girar el rodillo para ubicar correctamente la nueva página y corrigió el fragmento final. Alex tomó el revólver; sin sombra de dubitación entró en la habitación de su amada y, antes de que ella pudiese emitir palabra alguna, con una bala cegó su vida. Sin demora, él volvió a apretar el gatillo para darle alcance en la eternidad que los esperaba. Matías puso el punto final, revisó algunos detalles y envió el fin de la historia al diario. Minutos después, a pesar de lo tarde que era, llamó a Lucía y le rogó que lo recibiera en su casa. Ella, notando que estaba afligido y que necesitaba desahogarse, no pudo negarse al pedido de su amigo.

Lucía esperó impaciente; por fin podría corresponder a las muchas veces que él, con su sereno silencio, la había escuchado quejarse de la vida, reconfortándola luego con sus sabias palabras. Él había sido lo más cercano al padre que nunca conoció, pero que siempre quiso tener. El timbre sonó sólo una vez y Lucía saltó del sillón para abrir la puerta. “Alex, ¿en qué puedo ayudarte?”, alcanzó a decir antes de caer fulminada por un certero balazo que le perforó la frente. Sin demora, él volvió a apretar el gatillo para darle alcance en la eternidad que los esperaba.

28 comentarios:

  1. ESTIMADO CAMARADA:

    AMIGO DE LETRAS Y PACEÑO QUE SIENTE EL ILLIMANI CON LOS PIES, EL PECHO, EL ALMA, ESTA MAÑANA AL LEER EL PERIODICO DESCUBRÍ GRATAMENTE QUE GANASTE EL PREMIO FRANZ TAMAYO DE CUENTO, MIL PERO MIL FELICIDADES VIEJO
    UN ABRAZO
    PAUL

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  2. Justo estaba por halagar tus letras anteriores y zas! en La Razón habían puesto la noticia, te lo mereces de verdad. A ver cuando conocemos la Secta del Félix, o va a ser directamente en el libro? Oj...Primicia pa los blogueros pues!! Que bien che, un mega abrazo, la noticia está acá: http://www.la-razon.com/versiones/20061114_005725/nota_253_356381.htm

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  3. Estido muchas felicidades por el Tamayo, hay que challar eso, eH!. Este Alex, timbra a su amor, luego se timbra el, y ni siquiera le robó un beso en vida, con un beso pasa todo o no pasa nada. Amor demencial, lo dijiste, que duro.

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  4. Paul, yo no sabía nada hasta ver tu comentario. Tú me diste la buene nueva.

    Vero, claro que habrá primicia para los bloggeros. De hecho, siempre la han tenido; en los links, el primero es "El misterio del estido", que es la parte virtual del cuento, es algo así como la prolongación de la ficción a la red.

    Humito, así nomás son los amores: locos.

    Gracias a los tres. Ahora, me retiro, puyes debo abandonar el trabajo para secarme una botella de ron.

    Un abrazo.

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  5. Qué envidía, Estido, esta mañana vi las noticias. Ya te hice un post al respecto. !Salud!

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  6. Qué buen post!!!!
    Felicitaciones por el premio, realmente lo mereces por esa tan buena forma de escribir!!!

    Salud por tu obra!!! =)

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  7. Che viejo...hay que challar el premio con unos tragos pues!

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  8. Muchas felicidades. No te conozco y jamas he leido algo que hayas escrito, pero si has ganado ese concurso debe ser muy bueno tu cuento, en mi blog hay algunas cronicas de principio de siglo de La Paz si te interesa, saludos y ojalá te gastes la mitad en alcohol y mujeres y el resto lo malgastes.

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  9. Estido: Un abrazo ché,Felicidades!!!!! bien merecido el premio y no lo digo por corcha. Me he enterado en el blog de R. Cáceres.

    Cuando vaya a LPZ ch'allaremos el premio pues con los que quieran sumarse al festejo. Claro que lo más probable es que ch'allen sin mí, pero ojalá y me esperen.(No sean malitos porfa!)

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  10. Bueno como estoy ajena a todo lo que pasa en aquellas tierras, de hecho ni sabía que existiera un premio Franz Tamayo y tal es mi ignorancia con respecto al tema que nisiquiera sé quien es Franz Tamayo. Pero por lo que acabo de leer, en el link que puso vero vero es un premio muy importante!! así que no seré la excepción y me uno a todos para decirte: FELICIDADES!!!. Bien merecido el premio.

    Che vaya final el del cuento, por cómo venía dándose la trama, pensé que a lo sumo, terminarías con un final a criterio del lector; pues yo soy tan simple y mis lecturas son tan pobres que si yo escribiera cuentos seguro a todos les pondría el final, "y vivieron felices y comieron perdices" jejejjeeje.
    Pero che!!! tuvo que matar a Lucía ouch :s
    Saludos y nuevamente Felicitaciones!!!

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  11. 17.500 mangos. Con eso farreamos una semana todos tus comentaritas!!! jajaj , querido y admirado amigo, mirá , te lo dije, ya te volviste famoso.
    Un abrazo en la distancia, los premios son sólo eso, la satifacción del beber cumplido es lo que cuenta.
    (no leí la narración presente jaja, entré directo a felicitar, luego la leo/comento)
    Un abrazo.

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  12. Roberto, gracias por el post en tu blog. ¡Salud!

    Gracias, Sakura, aunque aún no tengo obra, pero algún día...

    Ganja, el festejo será el viernes, en el local que se empìeza a convertir en tradiciòn.

    Perrorabioso, bienvenido y gracias por el comentario.

    Claro, Cápsula, cuando llegues, volveremos a ch'allar el premio. Gracias.

    Pucha, Lilian, no sé por qué siempre escribo cosas medio torcidas. En fin, muchas gracias.

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  13. Marco, espero que esta "misión del beber" no sea la última. Gracias y salud.

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  14. Aclara donde che...a las 5 am en el Manga? o que..

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  15. No, Ganja, eso ya es el tiro de gracia. La joda va a ser en el Etno, a partir de las 21:00. Luego, al Equi (dependiendo quién toca), y, para poner la cereza al pastel, al Manga.

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  16. Utaps que recio. Felicidades che camarada, primer post que dejo y anda a-post-ando que vas a recibir un montón más con el premio. Realmente buenas tus letras, ya me leí unos cuantos cuentos y me gustaron. Nos estaremos viendo por allá. Un saludo.

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  17. Pablo: Gracias y bienvenido. Nos vemos, entonces.

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  18. Un premio no es garantía de calidad ni se lo lleva siempre quien lo merezce; pero esta vez, Estido, me temo que cumpliste esos dos supuestos: tu blog es la prueba más contundente.

    FELICIDADES

    un abrazo y que el festeje dure harto

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  19. pues bien has dicho chango!!en el Etno entonces y luego Equi Manga, la clásica torcida...

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  20. Simpática bloguera: Gracias por tu opinión. ¿Quién serás, no?

    Ganja: Fija, entonces. El tour comineza en el Etno.

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  21. Epa che!...FELICIDADES!, me enteré por Marco que habías ganado el Tamayo!...espero que el próximo post sea de tu cuento, o por lo menos de una parte...
    Un abrazo.

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  22. Por cierto, la publicación de tu cuento tienes idea para cuándo podrá ser?

    Saludos =)

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  23. Gracias, Ro. ¡Y qué es de los pateritos prometidos?

    Sakura, según me dijeron los de la editorial, el libro será presentado en Febrero.

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  24. FELICIDADES VIEJO!!!

    ASI NOMAS SOMOS LOS TIGRES, TRANQUILOS PERO CUANDO RUGIMOS RUGIMNOS CARAJO!!!

    que hueva era casi seguro que iba a llegar este viernes... y hubiera caído justo para la challa del premio, pero ni modo el siguiente finde será estaré por allá, en todo caso a cuidarse me contaron que de mongos, y del manga han sacado a varios pildoreados, no por las minas típicas sino supuestos "cuates" de esos busca charla que te sondean y luego te jodieron...

    EN TODO CASO UN ABRAZO Y FELICIDADES !!!

    RONDELDIA

    PD. A MI NOMBRE ECHENSE UN AJENJO Y 20 HUARIS...

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  25. Buena onda Ron, entonces, el próximo finde nos juntamos contigo y con Vania, quien también llegará para visita al choli panzón.

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  26. Qué buenísimo lo del libro, estaré a la espera de su publicación para comprarlo... o talvez te hagan lo mismo que a García Marquez? jejejejeje... =)

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  27. si a la segunda salida con una mina no te la chapas, o al menos intentas algo (aunque te rechace siempre queda la siguente oportunidad) te conviertes en su mejor amiga sin tetas...

    BIEN MATIAS... HUBIERA HECHO LO MISMO... PERO EN LUGAR DEL SUICIDIO ME HUBIERA LLLEVADO AL PESADITO DEL NOVIO METICHE...

    good bye ruby tuesday...

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  28. Perverso: Eso es cierto; si uno quiere algo con una mina, mejor es ir de frente y rápido; si no funciona, ni modo.

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