febrero 01, 2007

Uno

Quiero descolgar el sol
chapalear entre las hojas
estirar mi soledad
correr entre los pasillos
y buscar la realidad
de que el perro
no sea perro y nada más.
Pastoral

El asunto es sencillo: Farid está virado, loco. Pero me temo que aún no lo sabe, es decir, me alegro de que no lo sepa. Es mi único enemigo; ustedes comprenderán, hay un cierto aprecio que le tengo. Uno no odia al enemigo, uno lo aprecia, porque el enemigo le da a uno motivos para vivir. Y por si no se dieron cuenta, ese ingenioso juego de palabras era para presentarme: yo soy Uno. En realidad me llamo Unamuno, pero Farid, de cariño, me dice Uno. Se darán cuenta que entre él y yo hay una relación que se podría denominar extraña: Farid me quiere (como amigo, no sean mal pensados), y yo también a él (pero como enemigo). Claro que Farid no sabe que soy su enemigo; si lo supiera, haría cualquier cosa en mi contra, sería capaz incluso de hacerme desparecer, porque Farid, aunque no lo crean, es un homicida. Pensándolo mejor, quizá “asesino” sea el adjetivo más correcto.

No quisiera hablar de esa parte de su vida, sobre todo porque fui yo quien lo impulsó a cometer su primer crimen, o sea que me siento un poco culpable; no por él, ni por la situación en que se encuentra (en realidad, en la que nos encontramos), sino por la pobre señora. Fue un error, yo no sabía que el idiota cambiaría los planes, lo juro. Había conocido a Farid dos o tres años antes, nos hicimos íntimos e inseparables, aunque de cuando en cuando yo me esfumaba, y lo sigo haciendo, porque el tartamudo a veces resulta muy pesado. Debo aclarar que hasta entonces yo no sentía por él ningún aprecio, de hecho, le tenía el más gigante de los desprecios. Y no era para menos, el tartamudo era, es decir, es un completo idiota. Sólo de verlo uno agarra asco: flaco al extremo, pero con una barriga de embarazada; acné mal curado hasta en las orejas; muy hecho al intelectual, al profundo, siempre con un libro en la mano (sus autores preferidos son unos españoles de cuyos nombres no quiero acordarme); la ropa sucia (según él, las apariencias no importan, dice eso porque es un feo sin remedio); siempre viste una polera con la cara del Ché Guevara estampada; y un aliento a... a... mierda, sí, a mierda, no hay mejor palabra para definirlo. Bueno, para ir al grano, el caso es que yo me enamoré de su madre. Como ya dije, éramos inseparables, todo el día juntos, exceptuando las veces que me ausentaba. Así, tenía la oportunidad de ver a Gertrudis casi a diario, ¡qué vieja! Si la hubieran conocido, entenderían el amor que sentía por ella. No pasaba de los cuarenta años y, a pesar de estar un poco excedida en quilos, mantenía un aire sensual que se agrandaba cuando tomaba unas copas, cosa que era muy frecuente. En esas ocasiones se portaba más desinhibida que de costumbre, porque la señora era muy extrovertida y liberal. Tenía como tres mil amantes, todos viejos horribles, pero que seguramente le daban el dinero para mantener al idiota de Farid. Ella no tenía ningún reparo en llevarlos a la casa –aun cuando nosotros estábamos ahí– y encerrase en su cuarto, gimiendo como loca, mientras yo me masturbaba mentalmente, imaginando ser el privilegiado. Claro que Farid se molestaba bastante, seguro no le gustaba que yo supiera que su madre era una... una... una puta, por qué no decirlo; era una puta y aun así me enamoré de ella.

El amor es cosa seria, terrible, temible. Yo sólo pensaba en ella; me pasaba horas sin dirigirle media palabra a Farid, sólo contemplando la imagen de su madre, muy bien guardada en un rincón privilegiado de mi memoria. Es natural que en ese estado sentimental me comenzaran a dar celos las frecuentes visitas de los amantes. No podía tolerarlo, ya no me excitaba en lo más mínimo escuchar a Gertrudis aullando de placer. Entonces, la idea de la travesura comenzó a madurar. Era algo que, en el peor de los casos, no iba a causar más que sustos, pero si todo resultaba bien, iba a transformar la vida de Gertrudis y, de ese manera, yo habría podido tenerla sólo para mí. La cuestión fue planificada del siguiente modo: Farid tenía que regalarle a su madre la efigie de una virgen (un regalo de cumpleaños estúpido, pero regalo al fin); ella, tan dada a apreciar las escasas muestras de cariño del idiota, seguramente la pondría en un lugar visible de su dormitorio. Yo mandé a construir la pequeña imagen con un artesano medio alcohólico que se contentó con dos botellas como pago. Una figura de yeso, hueca por dentro, en cuyo interior portaba un ingenioso sistema que, por las noches, permitía brotar un líquido color sangre (lo venden en cualquier tienda de disfraces) a través de dos minúsculos orificios hábilmente camuflados en la negrura de las pupilas. No era cosa del otro mundo, cualquiera que alguna vez ha tenido un libro de experimentos colegiales en sus manos podría haberlo hecho. Utilicé el motorcito de un auto a control remoto, una botellita plástica, treinta centímetros de una manguerita de experimentos químicos, un par de alambres y una cuerda metálica de guitarra. Los dos alambres fueron soldados al motor, al unirse lo activaban. El método para unirlos dependía del clima. Entre ambos apenas mediaba un milímetro, sujetos por la cuerda de guitarra, tensada lo suficiente como para permitir esa separación mínima. Cuando caía la noche y la temperatura descendía, la cuerda se contraía, haciendo unir los alambres y activando el motor que bombeaba el líquido rojo de la botellita a través de la manguera hasta los ojos de la virgen. El calor que iba produciendo el motor hacía que la cuerda se dilatara, los alambres se separaran y el motor dejara de bombear. El motor era, de por sí, muy silencioso; dentro de la figura de yeso era prácticamente inaudible y más aún considerando la bulliciosa actividad que ejercía Gertrudis en su pieza.

El plan funcionó más rápido de lo pensado: el día mismo que Farid le regaló la virgen. Gertrudis la acomodó sobre su mesita de noche y luego salió a la calle, como de costumbre. Por la noche, regresó con un viejo borracho y, tras saludar a Farid (a mí ni una mirada de desprecio), se encerraron en el cuarto y ella comenzó con los aullidos. Al cabo de diez minutos, cuando seguramente habían hecho un receso en su lujuria, escuchamos el grito del tipo. Veloces, corrimos al cuarto y entramos sin decir nada. El viejo estaba arrodillado ante la imagen, persignándose una y otra vez, rezando padre nuestros y un sin fin de cosas que obviamente Farid conocía, porque el muy idiota se puso a su lado para corregirle. Gertrudis, más bella que nunca, estaba atónita, no acertaba ni siquiera a cubrirse, ¡qué senos, Dios mío, qué senos! Minutos después, recuperó serenidad, se envolvió con la sábana y nos echó del cuarto. Yo me pegué a la puerta para escuchar qué le decía al tipo: Tobías, ni una palabra de esto, ¿me entiendes?, ni una sola palabra. Pero Gertru... Gertrudis nada, no quiero que mi casa se convierta en capilla, ¡ni una palabra de esto! Si alguien llega a enterarse, te juro que también tu mujer se va a enterar de cómo es que tú te enteraste. Asunto cerrado; bueno, ni tanto. Al poco tiempo que Tobías se había ido, Gertrudis se vistió y llamó a Farid. Yo me di formas de ver y oír lo que sucedió. Gertrudis estaba sentada en la cama (seguro no se había puesto sostén, porque sus pezones se notaban perfectamente a través de la blusa, ¡qué senos!), golpeteó suavemente al lado de ella y Farid se sentó en ese lugar. Fari querido, ¿qué me has dado?, no es que no me guste, pero como que es algo bien... bien... Bien lindo, mamá, es una señal de Dios. Qué señal ni que nada, seguro hay alguna explicación científica para todo esto. No mamita, la ciencia no puede explicar los milagros, sólo Dios pue... Dios no existe, hijito, no existe, cuántas veces te lo tengo que repetir. Mamá... No, no me digas nada más, sólo escuchame: nadie se tiene que enterar de esto, nadie, menos el cura ese que es tan tu amigo. Pero mamá, la virgen va a seguir llorando, tú tienes que dejar de hacer lo que haces. Mirá, Fari, lo que yo hago no tiene nada de malo, es la forma que tengo de ganar el pan, ya te lo dije mil veces; si Dios existe, cosa que no es cierta, pero si existe, ten por seguro que no le molesta que me gane el pan honradamente, sin robar a nadie, ¿entendido? Y además, la virgen no va a seguir llorando porque ahorita mismo la vamos a poner en el basurero... ¡Mamá! En el basurero y listo. Yo podría jurar que el idota de Farid se creyó lo del milagro, olvidándose que todo era un truco, una travesura, porque se puso a llorar como un niño, ¡pataleando!, y no hubo manera de que su madre le arrebatara la imagen. Tanto así, que tuvo que darle un par de bofetadas para que la soltase, y eso ya era muy extraño, porque ella nunca le había pegado. Al parecer, por primera vez en su vida, Gertrudis perdió la paciencia con su hijo, y no le bastó con pegarle, sino que, maldiciendo su suerte, arrojó la virgen contra la pared, empleando toda la fuerza que sus bellos brazos le permitieron. Fue el acabose: mi sistema de bombeo quedó al desnudo y Farid recibió los golpes más crueles que una madre pudiera propinar a un hijo. Después de eso, no le habló por varios días, pero pudo más el amor de madre y la relación volvió a su cause normal.

Lo que voy a decir va a sonar absolutamente raro, incluso van a pensar que el loco soy yo y no Farid, pero la pasión se despierta por cosas de lo más excéntricas. Al ver a Gertrudis tan enojada, furiosa, golpeando de manera inmisericorde a Farid, me la imaginé desnuda, haciendo lo mismo conmigo y me excité de tal forma, que tuve que salir corriendo para poder masturbarme en la calle. Cuando se me ocurrió volver a buscar a Farid, una semana más tarde, su madre ya le hablaba de nuevo. Con una pasión tan desmedida, se podrán imaginar que mis celos se multiplicaron por mil, más todavía después de lo que iba a pasar. Si me creen o no, es asunto de ustedes, pero yo creo que ella lo disfrutó tanto como yo. Incluso creo que ella sabía que yo me había quedado a dormir con Farid y por eso dejó la puerta del cuarto abierta cuando se fue su amante. Es más, seguro que ella sabía lo que yo sentía, lo mucho que ella me excitaba, porque no se puede explicar de otra manera que, con el frío que hacía, haya estado durmiendo (seguramente fingía) completamente desnuda, tapada solamente con una sábana transparente. Y si eso no los convence, qué me dicen de los besos que le di, de lo mucho que saboreé sus senos sin que ella despertase. ¿Acaso pueden creer que realmente estaba dormida? No, seguro fingía y disfrutaba en silencio. Lo demás fue parte del juego. De alguna manera, ella intuía (las mujeres siempre saben esas cosas) qué era lo que a mí más me excitaba, y por eso fingió despertar sobresaltada, dando tremendos alaridos y golpeándome con esa furia maternal que yo deseaba tanto. Fue el delirio, desnuda e iracunda, tal como me la había imaginado. La furia se responde con furia, eso lo sabe cualquier amante, así pues, comprendí inmediatamente qué era lo que ella deseaba: compartíamos la misma fantasía. Devolví lo golpes con más fuerza y, antes de penetrarla, le encajé la botella de vino que estaba sobre su mesa de noche. ¡Cómo gritó! Se derretía de placer a pesar de que su vagina sangraba; en realidad, se derretía de placer, precisamente, porque su vagina sangraba. El dolor la volvía loca, y a mí, también. Sus uñas desgarrando mis brazos y mi espalda exaltaban mi deseo de una manera indescriptible. La penetré como animal, mirando su sangre en mi miembro, deleitándome no sólo con el acto, sino también con la imagen. Cuando terminé, me tiré rendido al suelo. Ella continuó con el juego, llorando en la cama. Seguro quería una nueva dosis, pero el inoportuno de Farid se apareció de repente. Puso una cara de idiota insoportable. Me paré y lo saqué a empujones. Getrudis también debió de enojarse, porque le dijo “sal de aquí, no me mires”, y otras cosas más que ya no recuerdo. Nos jodió la noche.

No saben cuánto trabajo me costó explicarle al idiota que lo que su madre y yo sentíamos era amor verdadero, que no tenía porque enojarse con ninguno de los dos, que por favor volviera a hablarle a Gertrudis, que ella se sentía muy mal, pobre señora. Al fin comprendió y, así, pude proponerle otra travesura. Entenderán que por más que Getrudis me había probado que mi amor era correspondido, ella tenía que seguir manteniendo al idiota, por lo tanto, tenía que seguir revolcándose con viejos asquerosos. Yo no podía impedirlo, no tenía trabajo, no tenía nada que ofrecerle. Pero no podía controlar mis celos, o sea que me ingenié otro plan para acabar con esa situación definitivamente. Si el idiota moría, ella no tendría que preocuparse por mantener a nadie, es decir, tendríamos el camino libre para entregarnos a nuestras fantasías más locas. Pero he aquí lo más extraño, yo propuse otra travesura y el idiota decidió actuar por cuenta propia. Me engañó totalmente. Quién habría pensado que Farid fuese así de inteligente. Uno no se imagina eso de un ser así. Uno tratando de explicarle el plan, y el otro haciéndose el idiota, interesadísimo, con los ojos bien abiertos, cuando en realidad maquinaba su propia estrategia; muy noble, por cierto. Porque no van a negar que fue muy noble de su parte decidir suicidarse. Pero fíjense en este detalle, no se iba a suicidar haciéndonos saber que lo hacía por nosotros, por dejarnos el camino despejado, por librar a su madre de una carga, no, Farid disimuló bastante bien, me hizo creer que estaba acatando mi plan. Yo le había dicho: Farid, tu madre no es una puta porque sí, hay algo que la trastorna y ese algo es la casa. Esta casa carga una maldición, te lo digo yo, que sé de esas cosas. Tenemos que destruirla. Pero... dónde vamos a vivir (¡qué bien actuaba!). Eso no importa, luego conseguiremos otro lugar, yo ayudaré, después de todo, voy a ser algo así como tu papá, ¿verdad? Y el muy hipócrita asentía con una sonrisa de oreja a oreja y me escuchaba lo de la carga explosiva, lo de mandar una nota a la prensa previniendo que iban a haber atentados terroristas, etc. Todo cuadraba, mi plan era perfecto. Farid era un solitario, con una pinta de marginal degenerado y, además, siempre tenía al Ché en el pecho. Yo iba a preparar la carga, le iba a decir que la ubicara en la cocina y que detonaría en una hora; pero todo ya iba a estar calculado, dos minutos y ¡bum! Mientras el idiota estuviera escondiendo la bomba, le iba a explotar en la cara. Hasta me imaginé los titulares de la prensa: “Desquiciado joven muere al intentar preparar atentado terrorista”. ¡Lo iba a convertir en un personaje famoso! Pero claro, el idiota no sabía que yo quería matarlo, o sea, creía en mi buena fe, en mi intención de liberar a Gertrudis de la maldición de la casa. ¡Ja!, el muy imbécil. Y cuando ya me estoy tapando los oídos, esperando la explosión, lo veo salir muy tranquilo del departamento, con una sonrisa estúpida: Ya está, Uno, ya podemos irnos. Farid había cambiado la hora de la detonación; mis dos minutos se fueron al demonio, pues el buen hijo decidió matarse más tarde. Entenderán que me puse como energúmeno, claro que no podía exteriorizar mi ira. Al cabo de una hora, él, muy tranquilo, encendió un cigarrillo: Ya está, Uno, la casa ya debe haber volado en mil pedazos. Y yo, como imbécil, sin saber qué había pasado. Nos fuimos a un bar, me invitó unas cervezas, trató de embriagarme, y casi lo logra, pero yo ya intuía que algo andaba mal, así que me mantuve en mis cabales a pesar del alcohol. Al notar que yo no caería fácilmente, fingió ir al baño y trató de escapar por la ventanita, pero lo descubrí en su intento. No quiso explicarme nada, sólo me pidió que lo dejara irse a su casa. ¿Cuál casa?, si ya no hay nada. Y sólo lloraba, trataba de hacerme a un lado para huir, pero yo lo agarraba con firmeza. De mí no te escapas, Farid, quieto aquí hasta que me cuentes qué te traes. Y él, mirando su reloj desesperadamente: Por favor, Uno, luego te enterarás, dejame ir. Hasta que no le quedó más remedio que contarme su absurdo plan. Había retrasado la explosión cuatro horas, tenía que volver y encerrarse en el departamento para morir en él y dejar a su madre libre de carga. No te dije nada porque sabía que no me dejarías hacerlo, tú me quieres mucho, Uno, no lo hubieras permitido. Y yo, idiota, tratando de detenerlo; que se matara él o lo matara yo, no importaba, el asunto es que desapareciera y me dejara el camino despejado con Gertrudis. Pero ni modo, las cuatro horas ya se habían cumplido y el pequeño departamento había volado, junto con el de arriba, el de abajo y los de los lados. Desde la calle pudimos ver el boquete en medio edificio, las llamas que ya estaban siendo controladas por los bomberos, las ambulancias chillando en medio de los curiosos, en fin, todo lo que se puede observar en situaciones como estas. Claro que lo que el idiota no calculó fue que su madre podía haber vuelto antes que de costumbre, quién sabe por qué motivos, y es justamente lo que sucedió: mi amada Gertrudis había muerto en la explosión. ¿Ahora entienden por qué Farid es mi enemigo?

De todas formas, Farid se volvió famoso. La policía no tardó mucho en hallar el lugar exacto de la explosión, ató algunos cabos y, ¡zas!, inmediatamente lo capturaron. La prensa amarillista publicó en primera plana, al lado de la foto de una rubia siliconeada, “Joven desquiciado fue el autor del atentado en las Torres Multifamiliares”. Y tal como la prensa lo juzgó, así lo juzgó el jurado, declarándolo desquiciado, demente, loco, condenándolo a estar recluido en este asqueroso hospital psiquiátrico. Yo lo visito a diario, y si no he partido al cielo para encontrarme con Gertrudis, es porque tengo que hallar la forma de vengarme de este maldito orate. Él sigue creyendo que soy su amigo, a pesar de que muchos doctores le han dicho lo contrario: “Uno no existe, Farid, Uno sólo vive en tu imaginación, Uno eres tú mismo, tienes que dejarlo ir, te hace mucho daño”. Pero mi apreciado Farid sabe que eso no es cierto; sabe que yo existo y que su vida está ligada a la mía, como también yo sé que mi vida sólo tiene sentido en su desgracia.

24 comentarios:

  1. Qué buen final!!!... desquiciante, pero el correcto para una historia tan sórdida e interesante!!!

    Bien hecho! =)

    ResponderBorrar
  2. Que historia... mas loca, me encanto como siempre, entretuviste como nunca mi descanso en la oficina gracias!

    ResponderBorrar
  3. Muy bien elaborada. LLena de vueltas, pensamientos dramaticos y un excelente final. Creo que en el epilogo el demente era yo, jajaja. Siempre cada personaje tiene algo anormal o no?? muy interesante.
    DIOS MIO QUE SENOS!!!!!!!!! jajajaja los debiste imaginar bastante para poner esa frase mas de una vez, pues bien amigo porque me hiciste pensar igual en cuales seria mis senos preferidos, jajaja. A otro tema, con que ya leyendo sobre como se realiza el jugetito del millon de dolares ese (virgen llora sangre), me pregunto si habra gente que se dedica a eso.
    Por lo demas un nuevo capitulo al BEST OF ESTIDO, esperemos pronto en el comercio...

    ResponderBorrar
  4. Me gusto de la historia mucho, lo has explicado muy bien, también terminas la historia muy bien..Si te gusta, puedes visitar algunas veces a Mi Blog también, espero que te gustes lo.

    ResponderBorrar
  5. Como diría la Vero Vero: el cuento estuvo "jodido, jodido bueno". Me fascinó a mí también el final.

    No sé porqué me imagino toda esta sórdida historia en blanco y negro.

    Abrazos.

    ResponderBorrar
  6. Un abrazo, le pusiste un matiz negro a mi mañana, me gustó

    ResponderBorrar
  7. Genial! Como siempre. Alguna vez has pensado en convertir en cortos de cine tus historias?

    Si, pero no tu amigo, vos!

    ResponderBorrar
  8. Qué hijo de Puta es Uno a veces... y hablo de Uno...!!!! para mi que el loco era él... una imaginación de demente...

    Pero a Farid le pasa eso por cojudo, talvez hay que tomarle el consejo a Melgarejo, de no confiar ni en la camisa... Por que por "COJUDO" le pasó eso, o es que a veces hay que estar ciego y dejar que a uno lo abusen como se puede...

    Bahhh...!!!!

    O es el amor, el que es un hijo de puta...!! es muy egoísta... talvez eso es amor, valerse de la vida de otra persona para que no haya obstaculos para la felicidad...??? y la felicidad, que no hay conciencia...

    Bueno, estoy medio puteando...

    Pero como siempre, bueno el escrito...

    Saludos Estido...!!!

    ResponderBorrar
  9. Al principio pensé q la historia era muy predecible, cuando dijo q mato a la pobre señora x accidente me supuse luego q era Gertrudis pero aun asi...el final perfecto.. exacto!!!.
    Aveces el enemigo de Uno es UNO.. mismo.
    un abrazote.

    ResponderBorrar
  10. Interesante historia y juego de palabras, con un final que nos muestra como el egoismo nos puede conducir a una obsesion que puede acortarnos la vida y hacernos envejer temprano.
    Sin embargo, a veces me daba la impresion que era una misma persona con doble personalidad...en fin.
    Uno es uno.
    Un blogsaludo desde lo oculto.

    ResponderBorrar
  11. Tu cuento es una película de suspenso, un corto y en cada letra está una imagen... los fantasmas en tu mente pueden tomar formas espeluznantes..
    Excelente desarrollo pero como siempre, están de más los halagos :)
    Te darías una vueltita por mi negrogrisaceo ? umm... un beso y sigue creando literatura espeluznante :)

    ResponderBorrar
  12. Ahhh... Lo olvidaba.. Mi profesora de Kinder creo que se llamaba Gertrudis y tengo un amigo al que le decimos Uno y estoy segura de que existe! No creo que me haga matar a nadie, espero.. extrañas relaciones no? uhh.. Saludos!

    ResponderBorrar
  13. Se me puso la piel de gallina durante toda la lectura. Un texto bien logrado, con la suficiente intriga para atrapar a cualquiera. En un momento quise dejar de leer. Pero ya ves, siempre me terminas atrapando hasta el final. Me gustó. Un abrazo.

    ResponderBorrar
  14. Realmente no sé que decir...

    Esta vez me han dejado sin palabras. Sí fue entretenido, sí tuvo un gran final, sí fue bien trabajado, sí es inquietante...

    Ya estoy esperando el siguiente...debes estar escondido que no te veo por ningún lado...

    Besos

    ResponderBorrar
  15. hola!!! uy tengo un montonazo para leer y ponerme al día con tu blog.. uff vaya si que a vos no se terminan las palabras no??
    y con razón tiene que ser el blog más leído. Por eso debo leerte para estar en sintonía nuevamente!!
    solo pasaba a saludar así que este comment será como un paréntesis a los demás comentarios ejejej sorry.. solo pasaba a saludar a estido.
    Un beso bye

    ResponderBorrar
  16. Con algunos de mis músicos favoritos me pasa que siempre que escucho un nuevo disco de ellos me parece que es el mejor y que va ser mi favorito, pero luego sale otro disco nuevo y vuelvo a pensar que éste sí es el mejor y que definitivamente va ser mi favorito y es una de nunca acabar.
    Me pasa lo mismo cuando te leo, cada historia nueva termina siendo mi favorita y me parece que no podría haber otra mejor, pero siempre terminas sorprendiendome.

    ResponderBorrar
  17. Apoyo lo anterior, a medias.. Todavía no me decido entre tu grisaceo, perdón, tu "Blanco y Negro" y éste último. Veremos como va la contienda con los demás que están por venir :)

    ResponderBorrar
  18. perooooo vo so looooco vitehhhh!... q loco el cuento, es verdad no mas que "El amor es cosa seria, terrible, temible". El final es lo mejor, bien che!

    ResponderBorrar
  19. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderBorrar
  20. Ceci: ¿Sórdida? Jejeje Te juro que yo la consideraba chistosa, pero creo que tienes razón. Un abrazo.

    Kollita: De nada, más bien gracias a ti por el comentario.

    Cristian: Claro que sí, hay varios “milagreros” profesionales. Y no sólo se valen de estatuitas, sino también de humanos; las famosas carpas de curación son sólo estafas a la fe del pueblo. Gracias por el comentario. Un abrazo.

    Angelita: Gracias por los elogios. Ahora que logré contener al virus que atacaba mi compu y puedo acceder a internet, visitaré tu blog. Gracias por la invitación.

    Vania: Como le dije a la Ceci, yo no pensé que fuera sórdida. En todo caso, me parece interesante el color que tu imaginación le asigna, pues refleja la dualidad del alma del protagonista. Un abrazo.

    Paul: ¿Vos también con lo oscuro? Las mañanas son horribles, ¿no?, sobre todo cuando hay trabajo que hacer. Otro abrazo.

    Cristi: Nunca lo había pensado, porque no sospecho cómo se hace un corto. En todo caso, si mi amigo o cualquier otro cineasta quisiera llevar a la pantalla alguno de mis relatos, no tendría ningún problema en colaborarlo con la elaboración del guión, pues hasta ahí llega lo que yo sé hacer. Un abrazo.

    Anónimo: ????????

    Jota: Pobre Farid, lo has cojudeado sin motivo. En realidad no es cojudo, sino sicótico; no tiene la culpa. Por otra parte, me parece que estás puteando por algún problema amoroso; pero sí coincido contigo: el amor es un hijo de puta. Un abrazo.

    Leslie: Cierto, a veces hacemos cosas que sólo nos dañan, y lo peor es que buscamos culpables por no asumir nuestra propia responsabilidad. Un abrazo, Tigresa. Ah, por cierto, ¡Tigre Campeón, carajo! Ya ganamos la primera copa del año.

    Diego: Efectivamente, el personaje presenta un desorden mental que se mueve entre la psicosis y la doble personalidad (no sé bien esto, no soy psiquiatra). El narrador es el mismo Farid, o mejor dicho, es alguien que habita en él. Un abrazo.

    Albanella: Sí, los fantasmas propios son terribles. Qué casualidad lo de tu amigo y la profesora; no creo que te haga matar a nadie, pero todo es posible en la vida... Gracias por el comentario. Ya mero me doy una vueltita por tu negrogrisaceo. Un abrazo.

    Camila: ¿Tan jodido te pareció? Porque creo que lo que asusta se presenta recién al final. A mí, por lo menos, me asustan las historias o películas en las que el protagonista es psicótico o tiene doble personalidad, con decirte que “Una mente brillante” me hizo temblar una semana. Un abrazo.

    Pao: Con tanto halago, el que se queda sin palabras soy yo. Gracias. Desaparecí porque un virus atacó mi computadora y no podía conectarme a internet; sin embargo, ya lo pude contener, aunque no eliminar. Otros besos.

    Lilian: ¿Sorry? ¿Por qué? En todo caso, quien debe disculparse soy yo; te escribiré para explicarte por qué no pude recogerte cuando estuviste por aquí. No lo hice antes por culpa del famoso virus del que hablé antes. Mil disculpas. Un abrazo.

    Gera: ¡Puuuuuuucha! Te pasaste. Muuuuuchas gracias, de verdad. Un abrazo.

    Pao: Lo mismo que a La Gera.

    Albanella: Lo mismo que a la Pao, pero a medias ;)

    Claritss: Sí pues, jodido es el amor. No sé qué es peor: el sufrimiento del amor no correspondido, o el del correspondido. En todo caso, el amor siempre implica sufrimiento. Un abrazo.

    ResponderBorrar
  21. Bueno, no era un problema amoroso, sino algo que pasa... que se confunde el amor... porque yo no creo que sea egoísta, hasta el punto que surja la necesidad de tener que borrar a alguién del mapa, para ser felices... me parece que eso es una obsesión trucha más que amor... !!!

    y bueno, me parece reálmente que Farid se dejo mamar... creo que el psicótico no era otro más que Uno, creo que el imaginaba cosas...

    yo me pregunto, y la versión de la historia según "Farid"...

    Un Saludo Estido..!!!

    ResponderBorrar
  22. A Farid le hubiera ido mejor teniendo un psicólogo como este:

    Psicólogo

    Un abrazote compañero, que rico tenerte blogueando nuevamente.

    ResponderBorrar
  23. parece casi porno

    ResponderBorrar