Calle Comercio, peatonal. El nombre que algún desafortunado tuvo a bien otorgarle a esta vía fue entendido literalmente por los vendedores informales. En la Comercio, se comercia de todo: discos, películas, ropa, electrodomésticos, útiles, libros, medicinas, comestibles, juguetes, drogas, relojes, espadas, telescopios, celulares, etc. Cuando alguien ha olvidado el cumpleaños de su esposa y necesita un regalo con urgencia, no hay mejor lugar para encontrarlo. Considérese, además, la ventaja de poder buscar el regalo a las nueve de la noche, porque, sabiamente, los vendedores arman sus puestos recién a partir de las seis de la tarde.
No es raro ver a sujetos mal enternados husmeando entre los puestos con notorio nerviosismo y pagar sin en el regateo de rigor. De esos, al menos uno, es el desmemoriado y desamorado esposo que ha salido a “comprar cigarrillos” luego de llegar a casa y saludar a sus hijos, quienes, siguiendo las instrucciones maternas, le han preguntado, “¿qué les has regalado a la mami?”, pescándolo en curva y contra ruta. En fracción de segundos, inventa una respuesta –ya tiene experiencia en esto, todos los viernes lo hace–, “es sorpresa, todavía no se lo he dado”, y vuelve a ponerse el saco para salir apresuradamente, mientras grita el pretexto: “ahorita vuelvo, estoy yendo a comprar cigarrillos”.
Ya en la Comercio, comienza la búsqueda en los puestos de ropa, pero no se demora mucho, pues piensa “para qué más ropa, ya lo ha llenado el ropero, no hay campo ni para mis calzoncillos”, y pasa al sector chocolates, donde pregunta el precio de todas las variedades, sin que ninguno le parezca justo, “cómo va a costar quince pesos una cajita de chocolates, ni que fueran de suiza”, y se aleja rápido, justificando su tacañería con la lógica del cholo, “además, ya está hecha una vaca, con chocolates se va inflar más”.
Al borde de la desesperación, camina hasta toparse con los electrodomésticos; se detiene en seco y recuerda que la semana pasada, el vaso de la licuadora terminó hecho añicos, tras reventar contra la pared, a escasos centímetros de su cabeza, en el clímax de una típica discusión conyugal de viernes de soltero. “Aystá, esto le va a gustar”, piensa mientras examina el producto, “y nos va a servir a todos. ¿Cuánto está la licuadora, doñita?” “Ciento ochenta, caballero, hasta en ciento setenta te lo puedo dejar”, responde la vendedora. Como si le quemara, en un santiamén devuelve la licuadora y reinicia la búsqueda. “Carajo, todo está carísimo. Qué se joda, quién le manda a romper las cosas; que ahorre y se compre ella”, razona, iracundo, mientras prosigue su presurosa caminata en pos del regalo perfecto.
Cuando casi está resignado a comprar los chocolates, queda hipnotizado por la sensual y sutil curvatura de una espada samurai, debidamente envainada y cuidadosamente acomodada en su pedestal de madera. “Uuuuuuuta”, exclama, toma la espada y la desenvaina para hacer toscas maniobras de esgrima, quizás recordando su infancia, cuando jugaba a ser el Zorro con un sable de madera reciclada. “Cuánto, doñita, cuánto”, inquiere con emoción. Comerciante mañuda, psicóloga innata, la vendedora percibe la fascinación del hombre y, con natural cinismo, responde: “Así solita, está ciento cincuenta; la funda vale noventa, y el pedestal, setenta”. Obviamente, no puede llevarse sólo la espada, pues ya imaginó el conjunto entero adornando la cornisa de la chimenea. “Si te llevo todo, ¿en cuánto me lo dejas?” “Para vos, patroncito, te lo puedo dejar hasta en trescientos cincuenta”. Feliz por la “rebaja” conseguida, ni se preocupa por hacer la suma y paga sin regatear nada más.
Antes de tomar el taxi, ha comprado papel de regalo para envolver la espada y, a falta de cinta adhesiva, emplea mocopol para completar la tarea.
Baja del taxi sin exigir cambio, entra en su casa a la carrera, sube las gradas de tres en tres y entra al dormitorio jadeando un “Feliz Día de la Madreeeeee”, antes de retorcerse convulsivamente por la tos de fumador que le cobra por el esfuerzo físico. La esposa, indolente e ingrata, lejos de agradecer, le grita con rabia canina: “¡Cuál día de la madre, sonso y mierda, es mi cumpleaños!”, y continúa con la retahíla de insultos mientras su conyuge se retuerce en el piso, tosiendo la mala vida y la vergüenza. Una vez recuperado, se aproxima a la cama, haciendo cara de cachorro desamparado, e inventa una excusa: “Yaaaaaa, de qué te enojas pues, reynita, si te estaba molestando nomás. Cómo no voy a saber que es tu cumpleaños, mamita, si hasta regalo te lo he comprado desde hace dos semanas. Mirá, a ver, mirá, lindo está”. La mujer, disimulando la ansiedad, fríamente recibe el obsequio y lo desviste. No tiene palabras: sostiene el arma samurai y la mira de extremo a extremo sin cerrar la boca. Antes de que pueda decir “qué mierda es esto”, el marido le arrebata la espada e improvisa la historia de la compra y de los samurais: “Apenitas me la han vendido, no quería el chino de la Graneros, porque dice que de su abuelo había sido, que con esta belleza había peleado en Vietnam contra los rusos. Histórica es, reyna; una reliquia para que farsantees con tus amigas del rummy. Sólo los samurais tenían estas espadas. ¿Sabes quiénes eran los samurais? No, ¿no ve? Eran como ninjas, caaaapos para piñarse; soldados del presidente de Taiwan, de ese que gobernó cuarenta años, ¿te acuerdas? ¿Noooo? Es que hace mucho fue, seguro no eras buena en historia. Pero qué importa, mamita, yo ya te estoy ilustrando. Esos samurais, en la guerra de Vietnam, los han hecho cagar a los rusos. En un libro leí que para pelear se ponían una especie de pañales, nada más; así de machos eran, con el cuerpo desnudo salían a sacarse la mugre con cualquiera...” La improvisada clase de historia continúa algunos minutos más y la demostración de esgrima se prolonga por tres horas, hasta que la esposa, que durante todo ese tiempo no ha emitido sonido alguno, simula quedarse dormida para dejar sin público al espadachín enternado. Pronto, verdaderamente caerá en un profundo sueño, no sin antes planear el uso que le dará a la espada el próximo viernes de soltero. Mientras tanto, en la Comercio, los vendedores recogen sus puestos.
La ama de casa agarrará la espada, con su buzo licra el sabado en la mañana y practicara mejor que la Uma Thurman y de un sablazo imaginara como lo mata al gil al mejor estílo kill bill
ResponderBorrarRealmente cuate, en la comercio hay de todo che...
No he parado de reir... y de recordar que asi son ustedes los hombres!!! siempre olvidandose de las fechas importantes. que se va ha hacer... aun asi no podemos vivir sin ustedes...Mi marido se olvido el año pasado nuestro aniversario de bodas jajajaja. creo que "morire" reprochandole jajaaja. :).
ResponderBorrarconozco a alguien que tiene espadas de ese tipo.....
ResponderBorrarBueno....
Saludos, empiezo a leer este blog.
Bye.
hay hombres.. cada idea q tienen jajajaaaaa hace tanto q no te leia has alegrado mi noche el dia de hoy!
ResponderBorrarya pronto y me dare las vueltas por la comercio... por mi LP querida
Saludos
Jajaja me hiciste reír, un poco suicida el hombre no?, le dió a su mujer el arma que ella podrá usar en la próxima discusión.. jeje..
ResponderBorrarAh y con el otro relato, ante y anterior a éste quedé como petrificada por el relato, y tanto parece que fue el efecto que iba poner mi comentario y hasta blogger no respondió jajajaja
Saludos!! que tengas buen finde!!
Estuvo buenísimo y me ha hecho recuerdo a los regalos que le daba mi papá a mi mamá, y la cara que ponía ella. Una vez para su cumpleaños le regaló una de esas maquinitas que ralla y pica todo tipo de cosas (y esta es una historia verídica, no me estoy inventando):
ResponderBorrarp- Feliz cumpleaños Peti!
(Peti = petisa) y le entrega el regalito envuelto en un papel bonito.
m- ay qué lindo! qué es!...
(la pobre imaginaba que era un adorno o una joya) y abre el regalo a toda velocidad rompiendo el papel. Mira la caja todavía incrédula y la abre y... tarán... uno de esos aparatos que salen en "shame shá" de la televentas pero en versión criolla.
...
cric... cric... (ruido de grillos)
y la cara de mi mamá que no sabe si reir, llorar o tirarle el aparatito en la cabeza a su "negrito".
Los tres hijos de la petisa y del negrito callados esperando la reacción de alguno de los dos, como siempre.
p- y... no te ha gustado? (todavía, el muy desubicado)
m- (con cara entre indignación y resignación) si, pero para tu cumpleaños te voy a regalar un martillo.
Ganja: Pero si la gorda se pone el lycra amarillo, mata al pobre tipo sólo de la impresión.
ResponderBorrarLeslie: No hay que generalizar; en mi caso, son las mujeres las que se han olvidado las fechas importantes. Lo de tu marido, es cosa aparte; ¿de dónde es? Porque si es boliviano y choli, no sería nada raro. Los cholis son así, se olvidan de todo cuando el triunfo ha pasado. Jejejeje.
Joup: ¡Alejate cuanto antes! En una de esas, el tipo se vuelve loco y te hace picadillo. Bienvenida a la urbandina.
Claudia Andrea: Me da gusto que te hayas alegrado leyendo esta croniquilla sobre la ínlcita. Cuando vuelvas, antes de ir a la Comercio, únete a las reuniones blogueras urbandinas. Un abrazo.
Lilian: Es que a veces los hombres regalamos cosas más porque nos gustan que porque les gusten a las personas para quienes están destinadas. Generalmente, una historia de suspenso o terror tienen mayores efectos cuando es léida que cuando es vista en el cine. La imaginación suele jugarnos malas pasadas. Un abrazo.
Cápsula: ¡Ah, no! Es que tu mamá es una ingrata y, de paso, vengativa. Si yo hubiese sido el negrito, tomaba el rallador y me salía de la casa, para farrear una semana y que así la peti se diera cuenta de la falta que le hacía. ¡Haberse visto tamaña ingratitud!
Mi esposo es de Puerto Suarez, si... es sierto que algunos de ustedes se acuerdan de fechas pero usualmente es la mujer que lo hace ... creo jejeje teimaginas? una colla con un camba... las anecdotas que te podria contar jajaja.
ResponderBorrarsalu2.
Leslie, yo viví en Puerto Suárez hace muuuuchos años, y tengo muy gratos recuerdos sobre la gente de allá. ¿Qué edad tiene tu esposo?
ResponderBorrarjajajajajajajaa.... bueno, no es por justificar al hombre en especíco, el de la historia, pero... habemos mujeres que de pronto tenemos muchas cosas y ya no saben qué regalar... créeme que a mi papá es ponerlo en figurillas cuando llegan días como el cumpleaños de mi mami, navidad... y nosotros (los hijos) debemos también rebanarnos los cesos en busca de un regalito que se digne para la ocasión!!! =)
ResponderBorrarSaludos
que pendex... tratand de ubicar la edad de la ñata a través del esposo jejej buena idea che, un cuate me regalo una de esas espadas que usaré para regalar en elgun intercambio de regalos (que es donde la recibi y hasta ahora no sé que m... pensó que yo era para regalarme algo asi... a no ser por qeu soy chino ejjejeje) en la comercio se enceuntra de todo ... de todo...
ResponderBorraresta noche estaré llegando a chuquiago, avisen cuando será la próxima reunión blogera
saludos,
r
ahh y algo que aprendí en estos cortos pero corridos años de vida... com sugerencia a todos
ResponderBorrarlas mujeres nunca pero nunca están completamente satisfechas de tener ropa, así que ya saben como NO PELARLE en los regalos... (excepto mi mamá que prefiere libros y ropa)
por otro lado a los hombres nunca pero nunca nos satura tener un wislulu, un havanita, o algún expotico vino (pero de ados pues sino muy michis no?)
asi que ya saben mis humildes sugerencias...
del relato, yo creo que la doita en su calza amarilla y polera de UCS el siguiente sábado estilo lorena bobitt dejará emasculado al gilqeu se le ocurrió comprar la famosa espadita jejej
un abrazo,
r
pd. disculpen el desorden pero de chaqui estyo...
bien el wey el wey... con tanta paginita de a por medio que se encarga de mandarte un mailcito para que te acuerdes "eyyyy weyyy es el santo de la cuchaaa que tienes q comprarle el regaaaalo" y sha.. se acabo... sino le van a terminar con la espadita y cantando...tu viniste a matarla como kill bill ... y eso es ya es grave.
ResponderBorrarpd : puto insomnio y dolor de muelas.
El tiene 34 pero se fue a estudiar a Sta Cruz. tiene un blog.
ResponderBorrarwww.cayoalves.blogspot.com
yo solo escribo tonterias en mi espacio del MSN
http://ricarditolidia.spaces.live.com/
Bueno un gusto y VIVA EL TIGRE !!!!no soy de La Paz pero tengo el corazon amarillo y negro
Está linda la foto del perfil...jeje
ResponderBorrarAl Sr. Pablo O. y a mí, nos gustó el final...
Ron: Si no te gusta, regalámela a mí, o haremos un trueque. Y es cierto que a las mujeres siempre les falta ropa, y a los hombres, trago. Buen consejo, viejo. La próxima reunión, la estamos organizando para el 23 de diciembre; pronto avisaremos más detalles.
ResponderBorrarS-Siro: Tienes razón, che, no había pensado en eso. Y qué jodido el dolor de muelas; tomás algún calmante? A mí me funciona bien el Quetorol de 20 mgs. Intentá.
Leslie: Voy a visitar el blog, poray lo conozco. Un abrazo con garra.
Pao: Qué huevada, yo hubiera querido que lo lindo fuera el fotografiado y no la fotografía. En fin, mis felicitaciones para el fotógrafo (creo que fue el Ganja).
Sakura: Para casos tan difíciles, la mejor solución son los chocolates; a tu mamá le servirán de cualquier forma: se los come o los regala.
ResponderBorrarjajajajajajaja, esa solución ya fue altamente explotada por mi padre, mi hermano y yo... así que ya no se la cree!!!! jejeje =)
ResponderBorrarObvio que el fotografiado también.. :)
ResponderBorrarAh, ya. Gracias.
ResponderBorrarGracias por la historia, es un sedante para estos tiempos tan jodidos.
ResponderBorrarun saludo
Mario: Gracias a tí por la visita y el comentario. A veces necesitamos eso, sedantes que nos distraigan un poquito del dolor cotidiano. Un abrazo.
ResponderBorrarGracias por alegrarme la tarde...saludosdesde la llajta, y con mayor presicion Quillacollo.... Esperemos k siga adelante el 2007, pa seguir incentivando la cultura Blogera en el pais.... SUERTE.... Y ADELANTE
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