La Plaza Pérez Velasco es el corazón de La Paz y, como tal, nunca duerme. No importa la hora, este lugar siempre está poblado. Por eso, con toda seguridad, en la Pérez y sus alrededores se han ubicado los miembros de un gremio muy particular, quienes, con labia sorprendente, intentan “pescar” a alguno de los miles de urbandinos que transitan diariamente por ese sector.
Los p’ajpakus no son sólo vendedores callejeros, son también inventores y fabricantes. Su habilidad oratoria va a la par con su ingenio; para ellos, todo tiene utilidad. Así, pueden convertir piedras en amuletos, alambres desechados en antenas semiparabólicas, o manteca rancia en ungüento milagroso. De acuerdo con sus respectivas especialidades, los p’ajpakus pueden ser clasificados en distintos grupos. En próximas entregas, iremos mostrando las características de cada uno; ahora, nos centraremos en los “p’ajpakus farmacéuticos”.
Hace algunos años, adquirió fama y clientela un señor de mediana edad que, rodeado de serpientes y lagartos, explicaba las virtudes curativas de la grasa proveniente de esos animales. Serpiente en mano, incitaba la curiosidad de los transeúntes y los invitaba a escuchar sus argumentos “sin compromiso”. “Acérquese nomás, no tenga miedo, caballero; joven, señorita, miren tranquilos, no hacen nada los animalitos; a ver, cholita, ven, vas a tocar la viborita”. Obviamente, la cholita no se animaba a estirar la mano; entonces, él se acercaba y, con disimulada dulzura, le decía: “Tranquilita, no hace nada, tocala nomás”. “¿Y si me muerde?”. “Qué miedosa, che; pero no importa, más luego te puedo mostrar otra viborita, esa no muerde, sólo escupe, ¿ya?”. Y la cholita, entre tímida y coqueta, respondía a la pícara propuesta con la ambigüedad de una risita fingida.
Cuando ya contaba con un nutrido círculo de curiosos, comenzaba su exposición, durante la cual manoseaba serpientes y lagartos, decapitaba lagartijas y se bebía su sangre, ofrecía ínfimas muestras gratuitas y, finalmente, repartía entre el público varios frasquitos del “poderoso ungüento de grasa de reptiles, elaborado sin químicos, con la receta ancestral de los pueblos selváticos”. “Agarre nomás, joven, sin compromiso; señora, tenga un frasquito, lea las indicaciones...”. “Para el reumatismo, la artritis, luxaciones, fracturas, esguinces, esto es lo mejor. Los médicos, para justificar las barbaridades que cobran, todo quieren enyesar; ¡macanas!, nuestros pueblos del oriente nunca han conocido el yeso y siempre se han curado totalmente sólo con la grasa de los reptiles de nuestras selvas vírgenes. Ahora, por un módico precio, usted, señor, tú, cholita, todos pueden llevarse este ungüento ancestral y ahorrarse el dineral que los matasanos cobran. Y es tan barato, porque sólo quiero recuperar la materia prima; yo no tengo fines de lucro. Anímense, no hay hueso que no cure, por más grave que sea la fractura...”. Con el atrevimiento de la adolescencia, una vez, cuando este p’ajpaku dijo “pregunten nomás, cualquier duda les voy aclarar”, le hice la pregunta que, seguramente, todos querían hacerle, pero nadie se animaba: “Si todo cura esta pomada, ¿por qué no se ha curado su nariz?”. Las carcajadas del público cesaron de golpe cuando él rugió intimidadoramente: “¡Silencio!”. “Mi nariz es así de nacimiento”, dijo a gritos, mientras agarraba con el índice y el pulgar el tabique desviado, quién sabe cuándo y en qué pelea de cantina. “Si a usted le parece fea, no me importa; así he nacido y así voy a morir; pero basta de macanas. Diez pesitos, nada más, diez pesitos cuesta este poderoso ungüento; los que no lo deseen, devuélvanme los frasquitos, por favor”. Antes de que alguien pudiese intentar la devolución, un sujeto, esforzándose por ser escuchado, a tiempo de extender un billete de veinte, solicitó: “A mí déme dos, por favor”. Siguiendo el ejemplo, ante semejante muestra de confianza y seguridad en el ungüento, algunos ingenuos se quedaron con el frasco y entregaron diez pesos cuando el p’ajpaku pasó por sus sitios. Al llegar a mi puesto, le devolví el frasco con educación, “no gracias”, diciendo; pero él, mandando al carajo la reciprocidad, me arrebató el ungüento y, mirándome con odio, me dijo: “chango de mierda, hazte pepa antes de que tu nariz quede como la mía”. Yo, obediente y cobarde, di media vuelta y salí del grupo de curiosos con intención de alejarme rápidamente, pero el sujeto que había comprado los dos frascos me tomó del brazo con torpeza para advertirme: “Cuidadito con volver a joder por aquí, huevoncito; si te veo otra vez, te arranco las bolas”. Tuvieron que pasar muchos años, hasta que, dejándome crecer la barba, pude cambiar mi fisonomía y, así, volver a escuchar las virtudes del ungüento amazónico sin el peligro de ser reconocido y privado de descendencia.
Ese p’ajpaku pertenecía a la vieja guardia; exponía sus argumentos con seriedad académica, mostrando textos y fotografías para sustentarlos. La nueva generación, por el contrario, ha dejado la sobriedad y ha incorporado en su discurso un elemento que les permite salir airosos ante cualquier preguntón hinchapelotas: el humor. Además, no recurren a la parafernalia expositiva, sino que se contentan con una mesita plegable y un mantelito algo limpio.
“Acérquense, señores, voy a explicarles cómo mantener a una mujer a su lado para siempre; ya se acabaron los cornudos, los abandonados, los solterones...”. La oferta ha logrado su cometido: casi veinte hombres, de distintas edades, han formado un semicírculo frente a la mesita repleta de sobres que contienen “el verdadero viagra andino. Así es, señores; tomando medio sobrecito en el almuerzo y medio sobrecito en la cena, ya no van a desayunar, van a despertar listos para el mañanero. Las mujeres se van cuando el hombre ya no mete goles, ¿me entienden?; se buscan otro, cuando la escopeta ya no apunta, ¿no ve?”. El público ha resultado difícil: nadie ríe. No importa, el p’ajpaku sabe cómo romper el hielo, aunque sea a costa de la dignidad ajena. Rápidamente, observa todos los rostros y ubica al gil de turno. “A ver, vos, contanos cuántas veces te ha fallado”. “¿A míiii? No, nunca”. “Yaaaaaaaa, no seas mentiroso, che, ¿con esa cara de impotente nos quieres mamar?”. El truco funciona: todos miran el rostro del joven teñirse de rojo y, sin compasión, sueltan exageradas risotadas. Aprovechando la pasividad del cordero, el p’ajpaku vuelve a la carga: “No se rían, por favor, me he equivocado, el joven no tienen cara de impotente; tiene cara de cartucho, por eso nunca le ha fallado, ¿cómo le va a fallar si no lo ha utilizado?”. Inexplicablemente, el muchacho acepta el chascarrillo y, aun más, se une a las carcajadas del resto. El clima ya está creado; ahora, el p’ajpaku puede desarrollar todo su cuento. Al acabar, luego de adjetivar la cara del joven unas cuantas veces más, habrá vendido algunos sobrecitos del verdadero viagra andino, fabricado, con dedicación y esmero, a base de cáscara de naranja, seca y rallada, sultana molida y dextrotón vencido.
Como estos, hay otros p’ajpakus farmacéuticos, cada cual con alguna novedad de propia invención: blanqueadores dentales, lociones capilares, pastillas para la tos, tónicos para la memoria, cigarrillos sin nicotina, etc. Todos ellos y, sobre todo, sus compradores, confirman la validez del axioma estadístico que indica: Para toda ciudad, a mayor cantidad de habitantes, mayor cantidad de boludos.
hehe...hace poco yo estaba dentro del micro y entró un hombre que seguro es uno de esos p’ajpakus farmacéuticos ofreciendo la crema milagrosa "baba de caracol" en sachets, al módico precio de 5 Bs., una señora se apresuró a comprarlo, y ni bien lo tuvo en sus manos lo abrió y le dijo a la de al lado: "miechi oiga qué bien que huele" y se untó un poquito en sus cachetes... (para qué mencionar el horrible calor-húmedo que hacía ese día!)
ResponderBorrarahora aprendí que esos señores se habían llamado "p’ajpakus"! interesante che!
saludos!
Los P'ajpakus existen en td lado, aqui en el Norte la baba de carcol tambien es famosa.... "concha nacar la original de veracruz" o "hongosan" para td tipo de hongos en los pies" y los que caemos somos los latinos jajaaja y uno que otro gringo.
ResponderBorrarJá, esos señores son dignos de admiración. En serio, puede que sean unos mentirosos de mierda, pero su sola existencia expresa que en nuestro país hay que ser casi mago (ladrón, mentiroso, político, dirigente cívico, puto, bloguero) para ganarse la vida.
ResponderBorrarAdemás son muy hábiles y tienen un manejo de público de escuela, son una especie de psicólogos empíricos.
Además la cosa es vender y satisfacer necesidades... reales o inventadas.
Salud.
Las cosas que pasan en la cabeza de Zepita (casi pongo Zeputa jajajajaa, bueno en realidad lo pusé pero lo corregi, pero me dió mucha risa, pero ese es otro tema) Yo me acuerdo, más no estoy muy segura...que alguna vez en navidad precisamente vendieron piedras de Sorata no? que fueron un hit!. Y cartucho, que buena palabra che! Súper ochentera, o será que desde los ochenta no conozco un cartucho? (...)
ResponderBorrarUn abrazo.
Undiary: P'ajpakus hay en todo el mundo. "Baba de caracol", ja jaja; es la inventó un p'ajpaku multinacional. Un abrazo.
ResponderBorrarLeslie: Puuucha, se nota que los latinos cargan con hongos en los pies; veanlo por el lado amable: si se portan bien, también van a tener pitufos.
Marco: Ja ja ja, "blogueros", tú lo serás... ¡yaaaaaa! Siempre he creído que hay una escuela de p'ajpakus; de hecho, la última croniquilla de esta serie va a ser sobre la Pontificia y Honorable Universidad San Bla Bla de los Pedos, Alma Mater de quienes se dedican al loable oficio de vendernos mentiras. (Me acuerdo de Charly: Él era un fabricante de metiras...) Un abrazo, querido Marco.
Vero: Bueno, vieja, lo que pasa es que las mujeres, hasta los veinticinco, sólo conocen pendejos; a partir de ahí, buscan carne fresca para ejercer la docencia...
jajajajajajajaja.... estido, creo que alguien quiso ejercer la docencia contigo, no? ajajajajaja
ResponderBorrarQuè buen post!!!, cigarrillos sin nicotina!!!! jajaja realmente tendrían mercado, eh? jejeje
Saludos
Buenísimo el post como siempre querido Estido. Y al p'ajpaku de la nariz chueca lo he visto hace unos meses en la Grigotá, aquí en la ciudad de los anillos, con la víbora que ya no debe tener dientes y los cocodrilos con canas en vez de escamas. Saludos.
ResponderBorrarBueno compadre, de esto habiamos hablado en la ultima farra bloggera te acuerdas, yo sospecho que la escuela de pajpakus esta en algun lugar entre la frontera de bolivia y peru, tal vez en una cueva.
ResponderBorrarLa ultima vez me han timado con una crema arregla cds rayados
y pues no funciona, pero los deja con olor a percodan,
Saludops
En una cueva... que buenas ondas... a ver si me inscribo, para analizar su onda!!!
ResponderBorrarOye genial tu post.. me hizo recordar a una obra de teatro... que en una parte cuenta la historia de un vendedor de "Crema de Lagarto" que por azares del destino llegaba o morirse vendiendo eso... en la dichosa San Francisco...
Buenas ondas lo del Chuquiago Market...
Saludos...!! a ver si me das más info de lo del 23.. de su dichosa "FARRILLADA"...
PAX
Jajajaja... me lo pude imaginar todito y con detalles... Estaré a la espera de los próximos personajes...
ResponderBorrarla gente compra todo...recuerdo una broma que hicieron los del notidormizzz (canal 27)vendiendo "aire puro de sorata" a 50 ctvs. la bolsa,lo increíble es que la gente creyó y compró varios productos...la gente compra cualquier cosa
ResponderBorrarSakura: Sí pues, así como todas se topan con pendejos, nosotros nos topamos con profesoras.
ResponderBorrarCápsula: Yo pensé que el doncito ya había finado. Cuándo lo vuelvas a ver, preguntale lo de su nariz, a vos no te van a poder hacer la misma amenaza.
Perro: A mí me mamaron peor, me vendieron un frasquito con agua de cañería, diciendo que era un líquido especial para arreglar dvds rayados. Y yo con mi frasquito, ay qué boludo, mamita, y yo con mi frasquito y mi canción...
Jota: Ya te llegará una beca. Mañana posteamos los detalles de la parrillada. Salud.
Cristi: Paciencia, ya te contaré sobre los p'ajpakus tecnológicos, karatecas, religiosos, literatos, políticos, entre otros. Un abrazo.
Abedi: Ja Jaja. Esos del Notidormizzz tenían buenas ideas. Una brazo.