La primera vez fue jodida. Me despertó la risa de un bebé, nítida, burlona, acompañada del aliento cálido que impactaba en mi nuca. Aterrorizado, no me animaba a moverme, sólo temblaba en mi posición fetal, sudando el miedo por cada poro de mi cuerpo. No debió durar más de unos diez segundos, pero entonces me parecieron horas; fue como si el tiempo se hubiese detenido en mi cuarto, prolongando el horror, la angustia, la cobardía. Paró la risita y el resoplo quemante, pero no mi miedo. Tuvieron que pasar varios minutos hasta que resolviese incorporarme y darme la vuelta violentamente para ver el bebé que se había metido en mi cama. No vi nada.
Comencé a dormir siempre acompañado de la música preprogramada que una FM emitía las veinticuatro horas; eso, en alguna medida, me daba la sensación de compañía, de protección. Sin embargo, algunas semanas después, me despertó el silencio. El foquito rojo de la radio, brillando en la oscuridad, indicaba que estaba encendida, pero no se escuchaba ningún sonido que saliese por sus parlantes. Noté, además de sentirla, la presencia de una sombra al pie de mi cama. Una sombra antropomorfa, vigilante, amenazadora, amedrentadora. Nuevamente, el terror se apoderó de mi ánimo. Intenté gritar, pedir auxilio, pero no podía articular ninguna palabra, estaba completamente paralizado; corrijo, completamente no, pues podía mover los ojos. Acurrucado, inmóvil, miraba a la sombra, también inerte, esperando su ataque. La sensación de parálisis era lo peor de todo, pues me desesperaba que mi cuerpo no quisiese obedecer mi voluntad. Esto hizo que del miedo pasase a la furia y, mirando un zapato dejado en el piso, amenazase telepáticamente a la sombra: “Mierda, si llego a coger el zapato, te voy a reventar la cabeza”. Inmediatamente, recobré el control de mi cuerpo y recogí el zapato. No pude cumplir la amenaza, la sombra se había esfumado y la radio, nuevamente, botaba canciones por sus parlantes.
Volver a dormir fue un suplicio. Mi cuerpo exigía reposo, pero, cada noche, yo luchaba contra el sueño, traumado por las experiencias previas. Así, la visita de la sombra se repitió varias veces, además de que se produjeron extraños sucesos, como que mi cuarto comenzara a temblar o la cabeza de mi abuela apareciese en mi cama. Para agravar más la cosas, comencé a experimentar ese fenómeno denominado “desdoblamiento”, lo cual siempre venía acompañado de una sensación escalofriante, pues estando “fuera” de mi cuerpo podía sentir muchas presencias. Con el tiempo y la costumbre, comencé a serenarme y le perdí el terror a estas cosas (el terror, no el miedo). Es más, incluso investigué al respecto y di con una posible explicación científica, esto me ayudó bastante, pues no sólo me dotó de mayor valor, sino también logró que estos hechos “sobrenaturales” se volviesen poco frecuentes.
No puedo afirmar que todo haya sido real, no puedo negar que es probable que sólo sean alucinaciones. De todas formas, cada vez estoy más convencido de que lo “real” no existe y de que durante nuestra vida continuamente estamos cruzando de una orilla a otra sin ayuda del barquero.
sin ayuda del barquero... coño ya ni la muerte -ni sus emisarios/instrumentos nos ayudan... el bebé (eso es medio freudiano, yo también el tengo miedo a los nenes).
ResponderBorrarSaludos.
¡Uy! Con Freud no me meto, no vaya ser que luego resulte que cargo con algún trauma sexual, pues, si así fuera, preferiría no saberlo.
ResponderBorrarLeí el artículo en La Razón. Me hizo recordar mi primera borrachera, que fue, además, en Tarija y con cerveza Astra.
Debí acotar en el post que el alcohol es lo mejor para neutralizar a las sombras impertinentes o a los críos malcriados que se cagan de risa en tu cama y por la espalda.
Lo real, esta burbuja que los sentidos crean para hacernos creer que hay un mundo afuera exacto, lógico, real...Gran mamada, este tablero en que jugamos y que llaman realidad, es una divertida ilusión. Lo sé luego de cruzar portales, comprobar presencias, las travesuras que ocurren más allá de la noche...
ResponderBorrarsaludos
mmmm... como siempre lo creí, este mundo no está hecho sólo de experiencias corporales terrenales...
ResponderBorrarCreo que este post tiene mucho que ver con tu anterior: "Los demonios no baila, muerden". Ya, confiesa, qué hiciste para recibir semejantes visitantes?, algún tipo de ceremonia tipo Wuija?.... jajaja
En definitiva tendrás que echarle una bendición urgente a tu casa... se puede convertir en un portal muy jodido...
Saludos
De verdad jodido, pero creo que todos hemos tenido este tipo de experiencias fuera de lo normal. Yo las tuve hace como 10 o 12 años.
ResponderBorrarMe acuerdo que todas las noches escuchaba pasitos hacia mi cama y luego mi cama se movía y me despertaba. Prendía la luz y no había nada. Incluso pensé que había ratones pero nada de nada.
Una noche escuché los mismos pasitos pero esta vez estaba en ese punto en que no estás dormida ni despierta, entonces medio abrí mis ojos y como entre sueños vi a dos niñitos (no sabría decirte si eran 2 varoncitos, pero creo que era una parejita) de unos 3 a 4 años bien abrigaditos, incluso con gorritos (bueno en La Paz hasta los duendecitos andan abrigados pienso no?). Ellos parados al lado mío, al lado izquierdo de mi cama y sonreían. No podía abrir bien mis ojos, pero creo que me dormí. Nunca más los volví a ver ni a sentir sus pasitos.
Que miedo. Mejor me voy a hacer la cena a mis otros duendecitos que ya están empezando a rondar por aquí.
SAKURA: No hice nada para merecer esto, menos Ouija, soy demasiado gallina para meterme en esas vainas. Si creyera en las virtudes milagrosas del agua bendita, seguramente me bañaría en ella, pero como no es así, no me queda más que confíar en la explicaicón científica que encontré. Los placebos suelen tener efectos positivos.
ResponderBorrarCÁPSULA: Lo tuyo ya es grave. Yo llego a ver un par de niños del más allá y me da la garrotera.
jajajajajaja, los poderes curativos del agua bendita... y quién dijo del agua bendita?, la bendición puede ser una simple limpia energética, si tu creencia es católica entonces con un padre y su librito de exorcismo, si eres mas bien andino entonces con un Kallawaya, todo depende tu creencia.
ResponderBorrarSin embargo la explicación científica que indicas es también plausible, pero eso no significa que el problema sea resuelto... a veces hay cosas que no se pueden explicar y sólo existen.
Tendrás que aprender a convivir con los nuevos visitantes de tu casa!
No, eso sí que no. Aquí nadie vive gratis. Si los fantasmitas quieren quedarse, bienvenidos, pero pagando su respectivo alquiler.
ResponderBorrarjajajajajaja, y a cuanto es el amolle, para que te pase a mi visitante de paso por el lugar?
ResponderBorrarjajaja, mentira, en todo caso suerte con los nuevos inquilinos!!!!
Saludos