La sala está repleta; un conjunto mixto de personas que han vivido más de seis lustros simula decencia besando el vaso. Ríen, recuerdan anécdotas colegiales, activan viejos apodos, retroceden a la adolescencia por unas horas. Luego, compiten, hacen alarde de sus éxitos, los hiperbolizan, diciendo sin decir se enrostran el monto de los salarios. Ya no besan el vaso, prácticamente lo exprimen, su decencia está más que demostrada por la tarjetita bicolor donde sus nombres negrillados van precedidos por su rango académico, asentados sobre el cargo ejecutivo que ostentan. Mitis, secos, embudos; las lenguas se aflojan. Surgen los comentarios maliciosos, las recriminaciones trasnochadas, los rencores de infancia, las acusaciones existenciales. Y es entonces cuando la frasecita brota con firmeza cuasi convincente: “No me arrepiento de nada de lo que hice en mi vida”.
Vivimos, si lo hacemos, cometiendo errores y logrando aciertos. Me parece sano no negar nada de lo vivido, asimilarlo, aprender de todo lo experimentado; pero, con soberbia injustificada, escupir al mundo “no me arrepiento de nada”, ya pasa a ser, cuando menos, una estupidez. No arrepentirse implica negar los errores, es decir, negar parte de lo vivido; ergo, negarse.
Y toda esta reflexión emerge debido a una charla cervecera que tuve hace unos días con un, hasta entonces, amigo. Hablando sobre viejos escritos, burlándonos mutuamente, sin pensarlo, descuidadamente, en medio de risas, se me ocurrió decir: “No me arrepiento de nada de lo que he escrito”. Grave error, pues mi “amigo” comenzó a enumerar, deleitándose en el sarcasmo, los motivos por los cuales sí debería arrepentirme de varios textos, incluso de algunos que él mismo, años atrás, había alabado con una vehemencia alcohólica colindante con el chupabolismo. Traté de argumentar mi posición, pero fue en vano; para él, lo dicho era un mero cliché que sólo le confirmaba que yo era un posero. “Si no te arrepientes”, me gritó con saliva incluida, “porque no publicas en tu blogsito ese poemita romanticón de mierda”. Grave error, esta vez de su parte, pues el poemita sí era romanticón, pero no de mierda. Felizmente, un par de garzones intervinieron oportunamente y evitaron mayores estragos en ambos físicos.
No me arrepiento de lo que he escrito, por el sencillo hecho de que con mi escritura jamás he dañado a nadie. Ahora bien, sí me avergüenzo de muchos textos, quizás de la mayoría. Pero entre avergonzarse y arrepentirse hay una gran diferencia. Sin embargo, para ser fiel con mi pensamiento, a pesar de la vergüenza, y no por demostrar nada al “amigo”, publico ahora el mentado poemita romanticón, cursi, rosa, pero no de mierda, sino del alma. No me arrepiento de haberlo escrito porque lo hice para una persona que me hizo sentir mariposas en el estómago (otra cursilería), aunque si me avergüenzo por su pobreza literaria. En fin, sin más preámbulos, con ustedes...
Una sola forma
La libertad, a mi entender, tiene dos formas:
libertad física y libertad espiritual;
la física te la pueden quitar,
la espiritual, nunca.
La soledad, a mi entender, tiene dos formas:
la dolorosa y la muy dolorosa;
la dolorosa la sufren los desterrados,
la muy dolorosa, los muertos en vida.
El miedo, a mi entender, tiene dos formas:
involuntario y voluntario;
el involuntario es cualquier fobia,
el voluntario es la cobardía oculta tras la fachada de madurez.
La solidaridad, a mi entender, tiene dos formas:
desinteresada e interesada;
la desinteresada es una loable actitud que eleva el espíritu,
la interesada es un truco vulgar que alimenta esperanzas pasajeras.
La mentira, a mi entender, tenía dos formas:
la piadosa y la maliciosa;
pero últimamente llegue al entendimiento de que sólo hay una mentira
y desde todo punto de vista es mala.
La verdad, a mi entender, tenía dos formas:
la mía y la de los demás;
pero últimamente llegué al entendimiento de que sólo hay una verdad,
pero todavía no la encontré.
El amor, a mi entender, tiene una sola forma,
y esa eres TÚ.
Vivimos, si lo hacemos, cometiendo errores y logrando aciertos. Me parece sano no negar nada de lo vivido, asimilarlo, aprender de todo lo experimentado; pero, con soberbia injustificada, escupir al mundo “no me arrepiento de nada”, ya pasa a ser, cuando menos, una estupidez. No arrepentirse implica negar los errores, es decir, negar parte de lo vivido; ergo, negarse.
Y toda esta reflexión emerge debido a una charla cervecera que tuve hace unos días con un, hasta entonces, amigo. Hablando sobre viejos escritos, burlándonos mutuamente, sin pensarlo, descuidadamente, en medio de risas, se me ocurrió decir: “No me arrepiento de nada de lo que he escrito”. Grave error, pues mi “amigo” comenzó a enumerar, deleitándose en el sarcasmo, los motivos por los cuales sí debería arrepentirme de varios textos, incluso de algunos que él mismo, años atrás, había alabado con una vehemencia alcohólica colindante con el chupabolismo. Traté de argumentar mi posición, pero fue en vano; para él, lo dicho era un mero cliché que sólo le confirmaba que yo era un posero. “Si no te arrepientes”, me gritó con saliva incluida, “porque no publicas en tu blogsito ese poemita romanticón de mierda”. Grave error, esta vez de su parte, pues el poemita sí era romanticón, pero no de mierda. Felizmente, un par de garzones intervinieron oportunamente y evitaron mayores estragos en ambos físicos.
No me arrepiento de lo que he escrito, por el sencillo hecho de que con mi escritura jamás he dañado a nadie. Ahora bien, sí me avergüenzo de muchos textos, quizás de la mayoría. Pero entre avergonzarse y arrepentirse hay una gran diferencia. Sin embargo, para ser fiel con mi pensamiento, a pesar de la vergüenza, y no por demostrar nada al “amigo”, publico ahora el mentado poemita romanticón, cursi, rosa, pero no de mierda, sino del alma. No me arrepiento de haberlo escrito porque lo hice para una persona que me hizo sentir mariposas en el estómago (otra cursilería), aunque si me avergüenzo por su pobreza literaria. En fin, sin más preámbulos, con ustedes...
Una sola forma
La libertad, a mi entender, tiene dos formas:
libertad física y libertad espiritual;
la física te la pueden quitar,
la espiritual, nunca.
La soledad, a mi entender, tiene dos formas:
la dolorosa y la muy dolorosa;
la dolorosa la sufren los desterrados,
la muy dolorosa, los muertos en vida.
El miedo, a mi entender, tiene dos formas:
involuntario y voluntario;
el involuntario es cualquier fobia,
el voluntario es la cobardía oculta tras la fachada de madurez.
La solidaridad, a mi entender, tiene dos formas:
desinteresada e interesada;
la desinteresada es una loable actitud que eleva el espíritu,
la interesada es un truco vulgar que alimenta esperanzas pasajeras.
La mentira, a mi entender, tenía dos formas:
la piadosa y la maliciosa;
pero últimamente llegue al entendimiento de que sólo hay una mentira
y desde todo punto de vista es mala.
La verdad, a mi entender, tenía dos formas:
la mía y la de los demás;
pero últimamente llegué al entendimiento de que sólo hay una verdad,
pero todavía no la encontré.
El amor, a mi entender, tiene una sola forma,
y esa eres TÚ.
Todo lo escrito salió sangrando y de la misma pluma, la diferencia que con los años uno aprende a cuidar el sangrado y hacerlo más pulcro, pero no por eso menos sentido
ResponderBorrarYo tampoco me arrepiento de nada de lo escrito, avergonzarme uffffff de varios textos
Pero concozco algunos sin sangre en la cara, incluso me tocó, hace varios años, presentar el libro de un desvergonzado.
ResponderBorrarA veces sólo nos hace falta mirar de otras caras a la vida, o conformarnos con que los ojos que tenemos los podemos intercambiar.
ResponderBorrarElva*
coincido con tu amigo en que el poema es romanticón, lo triste es que te averguenzes de algo que salió del corazón... no importa si ahora lo ves como algo muy básico, sin rítmica o yo que sé que técnicas literarias... estás ninguneándote solito...
ResponderBorrarr
Elva: es cierto, podemos intercambiar los ojos, podemos mirar de distintas formas la vida y el mundo. Dependiendo los ojos de turno, lo antes horrible puede parecernos ahora hermoso, y viceversa.
ResponderBorrarRon: No me avergüenzo de lo que salió del corazón, sino de cómo lo plasmé en el papel. Hoy, años después de aquello, lo que me avergüenza es haber perdido la inocencia que me permitía escribir cursilerías. Me avergüenza ser un completo inepto para escribir sobre el amor.
Leyendo este escrito por cierto tan cotidiano y real, recordaba las miles de hojas y papeles que han quedado con la tinta de mis sentimientos...
ResponderBorrarno he publicado todo en mis post, pero últimamente ya no releo como antes...no tengo cuidado en borrar lo que escribo, tampoco me averguenzo de ello..y no por falso orgullo, es más que eso! por sanidad mental, por ganas de compartir, porque lo necesito...
sobre el poema..qué decir?? si me lo hubieras escrito para mí, seguro y te hubiera robado un beso...
abrazos desde mi cheqa...
chango eso es jodido no??? yo sin ser poeta ni mucho menos te entiendo... ese amor de quinceañero no vuelve... a la hora que nos damos cuenta no?
ResponderBorrarsaludos,
r
Limpio y salido de lo más profundo del corazón. Esos ojos con los que mirabas la vida hace un tiempo atrás tan llenos de esperanza y de inexperiencia ya no vuelven, pero quedan en el papel y eso es hermoso.
ResponderBorrarCheqa: No hay necesidad de robarme besos, ¡yo los regalo! Jajaja. Lamentablemente, la persona para quien escribí el poemita rosa no pensó lo mismo; no quiso ni robar, ni recibir regalo. En fin, así es la vida de los cholos.
ResponderBorrarRon: Jodido, viejo; no vuelve más. Las experiencias, malas o buenas, nos van jodiendo la capacidad de entregarnos sin miedo.
Cápsula: Gracias. El recuerdo, como el papel, aguanta todo. En ambos podemos reinventar la vida.
Che hermano, me ha gustado el poema; hay un poema o carta, no lo recuerdo, de Jaime Saenz que concluye en el rotundo y total amor, como este; está en el libro de Blanca (no sé cómo se escribe su apellido)sobre él. Tus definiciones sobre la soledad, el miedo y casi todas me llevan a la reflexión, y pregunto: ¿sigues pensando que la mentira siempre es mala?
ResponderBorrarEduardo: Con contadas excepciones, creo que mentir, al final de todo, siempre acarrea complicaciones, cuando no daños. La honestidad puede ser dura, pero sus efectos son menos nocivos.
ResponderBorrarEsta conversación con tu amigo y otras historias en tu blog tienen un tema que aparece en el siguiente chiste que me conto una amiga de otro país:
ResponderBorrarDice que un Boliviano había muerto de quien sabe que, y por cosas de la vida (o la muerte) acabó en el infierno.
En la puerta lo esperaba satanás quien amablemente le concedió un "tour" por el infierno antes de llevarlo a la sección Boliviana.
El infierno tenía secciones por país, cada una de estas resguardada por murallas eléctricas, demonios hambrientos o simplemente los condenados estaban tan mutilados que no podían ni arrastrarse para escapar.
Cual no fué la sorpresa de nuestro amigo difunto al descubrir que los Bolivianos descansaban en una gigantesca piscina de estiercol, pero sin guardias, sin cadenas ni rejas.
Admirado, preguntó la razón. Satanás le explicó que no había temor de que escapen. Cada vez que alguno de ellos trataba de escapar el resto lo atrapaba y lo mandaba de vuelta a la m..... :)
----
Descubrí tu blog hoy y tuve que obligarme a dejarlo de leer para no dormir tarde ;). Espero leer tu proxima inspiración pronto.
Alexey: Con alguna variante, pero conocía el chiste, y de hecho, refleja bien el carácter del boliviano. Así nomás somos, ¡qué le vamos a hacer! Gracias por la visita y el comentario.
ResponderBorrar