septiembre 28, 2006

Cliché II

A las 21:15, con la sala atiborrada de gente, comenzó el acto programado, según las vistosas y originales invitaciones, para las 20:30. Sólo se podía distinguir algunos gestos de molestia, pues la mayoría no se percató del retraso, acostumbrados como estamos a la dichosa “hora boliviana”.

Un representante de la editorial, antes dar inicio al acto, esgrimió algo parecido a una disculpa por la demora y, recurriendo a un chascarrillo prefabricado para romper el hielo con la audiencia, comenzó su labor de marketing ensalzando al autor y magnificando las virtudes literarias de su libro, terminando su participación en el acto con el dicho patriotero: “no leer lo que Bolivia escribe, es ignorar lo que Bolivia es”. Así, sucesivamente, intervinieron tres personas más, siempre resaltando el gran aporte a la literatura nacional del recién editado libro.

Por fin, le tocó el turno al autor. Visiblemente emocionado, no tanto por estar presentando su primer libro, sino porque, como el sueño, las lágrimas son contagiosas, y su madre no había parado de llorar desde que escuchó la primera alabanza respecto a su retoño, con la voz entrecortada agradeció, mencionando los nombres y lo que habían hecho para merecer el honor de figurar en su extensa lista, a todo ser y objeto que, directa o indirectamente, habían posibilitado que esa noche él estuviese ahí, elegantemente trajeado, sentado en la testera, henchido de orgullo por la colección de cuentos que, incluso antes de su publicación, ya había sido objeto de favorables críticas, contando, además, uno de los relatos, con el honor de haber sido designado como el mejor cuento en un Concurso Internacional patrocinado por el municipio de un pueblito español de cuyo nombre no quiero acordarme.

Finalizado el acto de presentación, mientras los asistentes hacían gala de su angurria asaltando a los mozos que circulaban con amplias bandejas repletas de bocadillos y copas de vino, un periodista entrevistaba al autor, registrando sus palabras en una reportera “Zony”. Fiel a su oficio, tuvo que hacer la pregunta de rigor: “¿Esperaba ganar el Concurso Internacional de cuento?” La respuesta, inmediata, quién sabe si impensada, que el escritor, con modestia andina, dio al periodista, es el tema de este post: “Honestamente, no. No esperaba ganar el premio; fue una sorpresa que me emocionó muchísimo”.

Si no esperaba ganar el concurso, ¿por qué carajos envió su cuento? Me imagino que si alguien decide concursar o competir en cualquier cosa, lo hace porque tiene, aunque sea íntimamente, la creencia de que puede ganar.

Hace años participé en un concurso nacional de cuento y obtuve una “mención honrosa”. Recibí llamadas de varios amigos y parientes felicitándome por esto. Ninguno de ellos entendió, dudo que hasta el día de hoy lo entiendan, mi molestia por haber obtenido ese “honor”. Estaba molesto (ojo, no con el jurado) por no haber ganado el concurso, pues yo, obviamente, esperaba ganarlo, si no, ¿por qué hubiese mandado mi cuento? Pero lo que más me molestaba era la “mención honrosa”, eufemismo de “perdedor”. Cuando publican tu nombre en un medio de prensa de circulación nacional indicando que eres uno de los diez finalistas del concurso merecedores de dicha distinción, solamente están haciendo pública tu condición de perdedor.

Molesta, sí; pero tampoco estoy de acuerdo con aquellos que participan en concursos indicando que, de nos ser ganadores, renuncian a cualquier otro reconocimiento. Uno espera ganar, por eso la decepción y molestia cuando no ocurre; pero hay que saber asumir la derrota y reconocer los méritos del vencedor, pues no todo en la vida nos depara medallas de oro.

La molestia mayor, sin embargo, no proviene de la derrota, sino de la falsa modestia de los ganadores. “No esperaba ganar, es un cuentito que escribí apenas en un día”. No jodan, lo escribieron en meses, puliendo cada detalle, pero claro, la “modestia” camufla una soberbia y altanería desmedidas. En el fondo, lo que esa frasecita, cliché II, quiere decir es: “En un día, puedo hacer cuentos dignos de ganar concursos, mientras ustedes, “menciones honrosas”, ni trabajando años podrían alcanzar mi nivel”.

A veces, la “modestia” del urbandino provoca molestia.

11 comentarios:

  1. Una vez una amiga dijo: La modestia no existe, es sólo una estrategia para ser más alabado. Por lo que estoy muy de acuerdo!!!

    Sin embargo, en un concurso es muy difícil no estar molesto con el jurado, en especial si has notado que la calidad del trabajo elegido es muy por debajo del resto de los presentados...

    Es por esto que he decidido no participar de los concursos y ahorrarme la mala sangre...

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  2. Eso sí.. concursos hasta puede ser bochornoso...

    suficiente con demostrarse a uno mismo que es bueno...

    Saludos!!

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  3. Sakura: Es sabido, incluso recientemente hubo un escándalo internacional, que muchos concursos están arreglados y sólo son una estrategia de marketing para promocionar a X autores. Sin embargo, lo del jurado es discutible. A priori, se debe confiar en su honestidad y profesionalismo; pero esto no elimina las subjetividades individuales y el azar; es decir, si llegan 100 cuentos concursantes y hay cinco jurados, se reparten, aleatoriamente, a veinte cuentos; si tienes suerte, tu cuento caerá en manos de un jurado cuya percepción estética coincide con la tuya y, seguramente, propondrá a tu cuento como finalista, sino, lo desechará.
    Pero hay que participar nomás; obviamente, cuando uno cree que tiene un texto que puede ganar.

    Jota-B: La identidad se construye siempre en relación al otro; esto, básicamente, es: A es A porque no es B. Yo soy yo porque no soy tú. A priori, esto resulta obvio, pero implica mucho. Del mismo modo, a veces es bueno medirse con otros, sin caer en el afán enfermizo de querer demostrar una superioridad, sino más bien, como una forma de confrontar lo que uno está produciendo con la producción contemporánea y, así, poder hallar errores o virtudes que, posiblemente, podríamos pasar por alto.
    Gracias por la visita y ¡larga vida al Rock'n Roll!

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  4. Bien, me conveciste por el momento...

    Pero yo hablaba del hecho de creer sentirse superior a otros y hasta llegar a humillarlos...

    Si bien podemos competir entre nostros, cosa que lo hacemos todos los dias, pero no ha decir "ahhh, yo soy mejor que vos, y vos por que no eres como yo, no eres nada" esto refiriendome a los reality shows y a la religión...

    Paz!!

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  5. mmmm... coincido en parte contigo en: "... si tienes suerte, tu cuento caerá en manos de un jurado cuya percepción estética coincide con la tuya y, seguramente, propondrá a tu cuento como finalista, sino, lo desechará...", lo entiendo desde el punto de vista tuyo referido a los cuentos, una cantidad enorme de cuentos debe ser repartida entre los jurados los cuales desecharán los que les parezca no merecedores de la siguiente etapa, sin embargo eso no es siempre lo que sucede en otros medios, por ejemplo el arquitectónico en un medio tan pequeño como el nuestro la cantidad de propuestas presentadas es mucho menor pero obviamente de volúmenes más grandes que un texto (maquetas, planos o paneles y memoria) para lo cual la distribución del trabajo es más "familiar", por decirlo así, cada uno de los jurados coloca su evaluación a cada una de las propuestas por lo cual tu puedes conocer la opinión de cada jurado, tal vez no con nombre y apellido pero si su evaluación a tu trabajo.


    Sobre la honestidad del jurado, es relativo, al momento de la verdad uno se enfrenta a la cruda realidad de quiénes habían sido las "personas" que uno pensaba que eran. Eso creo que prefiero dejarlo de lado.

    Uno entrega su trabajo obviamente porque considera que es lo suficientemente bueno como para ganar, si es que no lo considera el mejor (dependiendo de tus subjetividades), y al momento de la apertura de propuestas y exhibición de las mismas uno se confronta con la de otros, hasta ahí todo positivo, y te encuentras con que en definitiva no estabas tan alejado de la realidad (y esto te lo digo con conocimeinto de causa) las propuestas presentadas no fueron específicamente grandes competidores y te encuentras entre las mejores (incluso a juicio de los mismos participantes), sin embargo a pesar de la "honestidad del jurado" el resultado es completamente distinto.

    Ya se han visto resultados nacionales de concursos donde uno realmente piensa: Y qué pasó con el jurado?. Sin ir muy lejos el concurso del Colegio de Arquitectos y su Sede, o la Pasarela de la Alcadía de La Paz... y muchos otros, donde las roscas generacionales están ahí cuidando por sus intereses.

    Primero tiene que haber un cambio de mentalidad y incluso un cambio generacional en el manejo de estos concursos, luego hablamos.

    Saludos

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  6. Coincido con Sakura en ese concepto de "modestia" que es tan característica de los urbandinos, y que a veces se te sale "sin querer queriendo".

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  7. Lo de las roscas es una triste y patética realidad; pero un cambio generacional no solucionará el problema, pues sólo se tratará de una nueva rosca, más joven, pero igual de cerrada.

    Otro de los defectos del urbandino. Aystá, no habiamos sido tan buenos.

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  8. mmmmm... me quedé pensando en lo mismo después de haber enviado el comentario, y puede que se llegue a lo mismo... otra rosca solo que otro grupito... DEPRIMENTE!!!

    Quisiera saber si esto de las roscas es por tradiciòn... o sòlo un fenómeno repetitivo?

    Saludos

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  9. Creo que es cultural. El "compadrerío" es generalizado en nuestro país. Preferimos lo malo conocido; hacer cambios, arriesgarnos al fracaso, no es parte del boliviano. Apostamos a lo seguro, aunque lo seguro nos mantenga en la mediocridad. Así, es natural que cuando accedemos a algún cargo de decisión, a la hora de buscar colaboradores, llamamos a nuestros amigos, no hacemos una convacotoria (si se la hace es un mero formalismo).

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  10. esa descripción me suena a alguien que yo me sé....
    la forma tal vez de acabar con esas cosas, sería que las nuevas generaciones decidan dejar de ser amigos. que el lema sea estar en contra de todos, aunque sea sólo por deporte. no dar abrazos ni pedirlo.
    trabajar en cuartos cerrados y vivir con puertas abiertas

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  11. O mejor aún: que entendamos qué significa ser amigo.

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